El cascarón externo
Se trata de un tema que llevo buen tiempo analizando y que me parece que si todos dejáramos de ver el cascarón externo de las personas con las que nos cruzamos a diario.
“El hecho de que exista una minoría privilegiada no compensa ni excusa, la situación de discriminación en la que vive el resto de sus compañeros.”
SIMONE DE BEAUVOIR
Se trata de un tema que llevo buen tiempo analizando y que me parece que si todos dejáramos de ver el cascarón externo de las personas con las que nos cruzamos a diario y viéramos su interior, lograríamos trascender.
El cascarón externo al que me refiero es el que nos hace ver a alguien gordo, o chaparro, o moreno o peor aún que lo discriminemos durante siglos y en muchas ocasiones lo usamos como esclavo, encerrándolo en mazmorras tan solo por su color de piel.
Ese cascarón externo que nos hace tratar mal a las personas que se declaran gay, que tienen una característica física distinta a los demás, que no defecto; que los hace diferentes a los ojos de los que se consideran perfectos. Aquellos que piensan que, si no tienes 10 dedos en las manos o 2 piernas, o te falta un ojo, tu cascarón no sirve y entonces eres cojo o manco o tuerto; si tu envoltura externa no te permite ver, caminar o razonar como los demás, te diremos ciego, minusválido o tonto.
Pero también ese cascarón externo puede hacerte sufrir por el hecho de que eres guatemalteco o africano y no inglés o alemán y peor aún, te marca porque eres mujer en un mundo donde muchos hombres se sienten superiores y con derecho a golpearte, sobajarte, violarte o venderte para el placer de los demás solo por ser mujer.
Estos pensamientos hicieron sentido en mi mente al recordar el mensaje de Oprah Winfrey, cuando en la 75 edición de la entrega de los Globos de Oro de hace un par de años, cuando dio un estupendo mensaje en contra los “hombres poderosos y brutales” que han utilizado su poder para dañar a otros y todo por ese cascarón externo al que me he referido.
Me pregunto qué habría pasado conmigo si hubiera nacido en una cuna humilde, o de piel negra, o con parálisis cerebral, o musulmán en Israel, o si hubiese nacido mujer sin apoyos o estudios en una sociedad gobernada por talibanes, en donde son poco menos que un animal y que tienen que cubrirse todo el cuerpo y no se les permite ni trabajar ni estudiar ni escoger pareja.
Seguramente la persona que esté leyendo esta aburrida columna se deberá sentir afortunada de poder comprar este diario, lo cual me hace suponer que a pesar de la discriminación laboral que existe hoy en día, producto del cascarón externo, goza de un empleo que le ha permitido ir a la escuela, aprender a leer y formarse en alguna institución educativa a la que pocos tienen acceso.
Deseo de todo corazón que todos hagamos el ejercicio de ver a través del cascarón externo del “lavacarros”, del mendigo, del empleado más modesto en tu empresa, de aquel que vive en la canalización y que se droga para evadir los estigmas que provoca su destruido cascarón, de la mujer golpeada, etc.
Quitemos los adjetivos de cojo, tonto, chaparro, lesbiana, pobre, priista, panista, “fifí”, “chairo”, prieto, tuerto, etc. Suena complicado, pero lo valioso de nosotros está detrás de ese cascarón, el alma y el corazón.
*- El autor es asesor empresarial en cabildeo.
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