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Mexicali ahora

En los últimos tiempos, Mexicali se ha vuelto un destino turístico. A pesar de su clima extremoso, la ciudad capital de Baja California cuenta con numerosos sitios recreativos, como el bosque de la ciudad, los edificios antiguos (la casa de la cultura, el barrio de la Chinesca, la rectoría de la UABC, las antiguas oficinas de la Colorado River Land Company o de la cervecería de Mexicali), así como parques como el Vicente Guerrero, Centenario, Juventud 2000, la Providencia (ecoturismo) y el de las energías alternativas.

En los últimos tiempos, Mexicali se ha vuelto un destino turístico. A pesar de su clima extremoso, la ciudad capital de Baja California cuenta con numerosos sitios recreativos, como el bosque de la ciudad, los edificios antiguos (la casa de la cultura, el barrio de la Chinesca, la rectoría de la UABC, las antiguas oficinas de la Colorado River Land Company o de la cervecería de Mexicali), así como parques como el Vicente Guerrero, Centenario, Juventud 2000, la Providencia (ecoturismo) y el de las energías alternativas. A estos se suman museos como el Sol del niño, Universitario, Valle de Mexicali, Cucapah el Mayor y Asalto a las Tierras, así como los paseos por los subterráneos de la Chinesca. En el municipio de Mexicali abundan ranchos recreativos y los atractivos naturales del cañón de Guadalupe, el río Hardy, el puerto de San Felipe, los Algodones y sus dunas, el cerro del Centinela, la isla Consag y el valle de los Gigantes.

La ciudad misma ha crecido en todas direcciones, sobre todo al sur y en especial al oriente, desarrollándose aquí, al este del núcleo urbano, en la parte cercana a la línea internacional, lo que se denomina la zona dorada de Mexicali, con nuevos fraccionamientos privados, hoteles, escuelas y centros comerciales, como la Gran Vía. Pero el corazón de la ciudad sigue siendo su centro histórico, testigo más que centenario del flujo continuo de mercancías y personas entre México y los Estados Unidos, y más a últimas fechas, cuando la llegada de grandes caravanas de migrantes centroamericanos y del Caribe son presencias ineludibles y tomando en consideración que, en la era presidencial de Donald Trump, la expulsión de migrantes ilegales se ha vuelto un torrente cotidiano para la ciudad. Esto ha traído consigo nuevos elementos culturales, étnicos, al crisol que ya es Mexicali, cambiando así el rostro colectivo de la ciudad.

Se menciona mucho que la sociedad cachanilla es conservadora, cerrada en sí misma, pero hay suficientes pruebas que la pintan de otro modo: como una comunidad abierta a los vientos del cambio, que está dispuesta a probar lo novedoso, a no quedarse atrás en un mundo cada vez más globalizado. Mexicali, de esta manera, se ha convertido en una urbe diversa e incluyente, donde el arte urbano, la cerveza artesanal y el emprendurismo a rajatabla ya son marcas distintivas; donde abundan los espacios independientes, los pensamientos alternativos; donde los creadores se empeñan en fotografiar su entorno, en pintarlo, novelarlo, teatralizarlo, ponerlo a danzar y hacer música para todos los gustos y necesidades. Ciudad de más de un millón de habitantes que es, por eso mismo, un sitio donde conviven millones de sueños para mejorarla, para hacerla más tolerante y creativa.

Mexicali es, en la actualidad, una ciudad de empuje industrial, comercial y educativo. Una urbe que, junto con la promesa del progreso material, se debate en los faltantes sociales que llevan a que su población siga siendo fraterna y unida, pero que sufre los embates de la inseguridad pública, los problemas cada día más visibles y dolorosos de las desigualdades entre privilegiados y miserables, las demandas cada vez más exigentes por los derechos propios: los del agua para el cultivo agrícola, los de la energía eléctrica y sin recibos locos, los del respeto ambiental ante las industrias contaminantes, las del transporte público con servicio eficaz. En esta cuestión, los cachanillas han demostrado su capacidad de manifestar su descontento público contra las autoridades en turno y su anhelo de que Mexicali remonte los obstáculos que le impiden desarrollarse a un mayor ritmo y con mejor justicia social, con un piso más parejo de bienestar colectivo para todos y todas.

Es sintomático que en los últimos tiempos, ante los exabruptos xenófobos en otras partes del estado, en Mexicali los incidentes fueron mínimos. Señal de que, en este siglo XXI, el corazón generoso de los cachanillas sigue intacto, de que aquí, en esta ciudad calurosa y desafiante, aún se reconoce que todos somos migrantes bajo los rayos del sol, que todos somos nómadas que trabajamos, hombro con hombro, en pos de riquezas y prosperidad. Esos espejismos que siempre han sido parte de nuestro horizonte de vida. Esas quimeras que nos han hecho arraigar en este desierto fronterizo, transformándolo con esfuerzo y sacrificio en una casa para todos, en un hogar.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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