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Ecoanálisis

Mezcal, burro y borrego

En la saga que hemos compartido con el ecológico lector desde hace dos ecoanálisis, vimos el descubrimiento de una nueva especie de agave, Agave turneri en territorio del Municipio de Mexicali y su posible relación con una de las últimas vinaterías que operaron en el desierto el siglo pasado, La Perla de Jaquejel, S.A., y su probable ubicación al sur de la Laguna Salada. Esto con base a la noticia del Journal Britonia, de la New York Botanical Garden Press, nuestras observaciones publicadas en tres libros y en la obra Pellizcos al Pasado. En este ejercicio de divulgación de la ciencia, conjugamos justificadamente todas estas fuentes de información con el fin de contribuir a la historia y cultura ambiental regional.

Pero en esta ecuación cuyos componentes han sido los agaves, el mezcal y su destilación, la obra citada de Francisco Bórquez dedica un capítulo al jumenco, el burro, Equs asinus. Describe la localización de los agaves maduros, su jima y transporte hasta el molino, horno y alambiques de fermentación. El autor aclara que ningún vehículo conocido entonces (aún no se inventaban el comando y jeep 4X4) se podía llegar hasta esta materia prima, para su traslado y proceso. Entonces utilizaban burros para el acarreo, bestias de carga muy rudas capaces de transitar cargados por entre el monte de espinas que caracterizan al Desierto de San Felipe.

El capítulo trae una fotografía muy borrosa por lo antiguo y la clase de papel en que está impresa, en donde se aprecian a algunos burros cargados con cabezas de agave ya jimados, sin pencas, los cuales son descargados en el piso. Es la única foto en todo el libro en la que podemos apreciar tamaño y forma de estos espléndidos agaves azul-verde que correlacionamos con los recién descubiertos. Definitivamente no se trata de los pequeños Agave desertii que tapizan la región y la Sierra de Juárez (fotos en mi FB).

Pero usted se preguntará, ¿y que tiene todo esto que ver con el borrego cimarrón? Que el autor confiesa que al cerrar la vinatería en 1934, liberaron de entre mil y dos mil burros marcados con su fierro. Esta cantidad se antoja excesiva debido a la falta de forraje en este medio tan hostil. Cuenta que poco a poco fueron desapareciendo debido a que cuatreros los cazaban para vender su carne. Cuando empecé a recorrer esta región a fines de los años sesenta, encontramos burros alzados, sin marca de fierro, que pronto llamamos “burros cimarrones” porque evidentemente habían sido domésticos.

Y cuando se empezaron a realizar los primeros estudios sobre el borrego cimarrón al inicio de los noventa, los investigadores notaron la abundancia de burros entonces en Jaquejel, hoy hasta San Pedro Mártir, y recomendaron extirparlos del hábitat del cimarrón porque compiten con el borrego por espacio, agua y alimento. Además le contagian enfermedades para las que el ovejo no tiene defensas. Tal ha sido el impacto negativo de la liberación de aquellos asnos en esta región.

* El autor es investigador ambiental independiente.

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