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Póstigo

La Cuarta es la vencida

Ahora que Tirios y Troyanos hablan con nobleza, simulación o mezquindad sobre la Cuarta Transformación de la República asumiremos, sin tanto laberinto teórico, que el concepto “República” es una figura independiente a cualquier forma de gobierno, o sea, no importa sí el carácter del Estado fuese absolutista, democrático o socialista puesto que al margen de dicha estructura la República se mantendrá autónoma lo que, para mayor precisión, no debe confundirse con modelos inherentes a la organización representativa de la sociedad (raza, nación, territorio, patria, etc.)

Para no acudir, aunque sea de manera escueta, a tratados filosóficos sobre derecho romano ni a ideales políticos legados por Cicerón a la organización socio-política de los individuos; comenzaremos expresando lo que a nuestro juicio fue debut y despedida de las “Repúblicas” previas a la Cuarta concebida por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, lo cual, de entrada, apuntaremos lo sobresaliente del pacto que marcó la Independencia (1820), su inaugural Constitución (1824) y la tortuosa confrontación política, ideológica y militar largamente sostenida entre conservadores y liberales. Hechos que terminaron frustrando a la Primera Republica atrapada entre la heroica resistencia civil y el poder de eclesiástico.

Punteado el episodio anterior y su dramatismo (entre otros la pérdida de la mitad territorial) el salto siguiente lo determinó la confrontación bélica a través del Plan de Ayutla (1854) que derrotó al dictador Santa Ana dando paso a la guerra de los Tres Años (1858-1861) la cual se impuso a los conservadores permitiendo, al presidente Benito Juárez, decretar y aplicar las Leyes de Reforma en los términos y alcances posibles los que por sus contradicciones, fuera de triunfos y derrotas, no logró llegar a la raíz dejando en manos de la reacción interna y externa espacios económicos, políticos y sociales que les permitió reagruparse y retomar el poder (su máxima proyección lo constituyó el Porfiriato).

Abatida la Segunda República; la dictadura porfiriana al tiempo engendró una crisis revolucionaria que derivó en una guerra entre caudillos, ejércitos y ambiciones de poder de uno contra todos y todos contra uno donde, el personaje a vencer, no fue el General Díaz pues el dictador en pocas horas quedó detenido, destituido y desterrado dejando una parte de las armas en brazos de la pequeña burguesía y, en la otra, al representado por el campesinado pobre conducidos por Zapata y Villa los que ya asesinados la Tercera Republica quedó monopolizada por la corrupción y el saqueo de los vencedores (priistas).

Por eso el epitafio sobre estos casi 200 años (1820-2018) dice que la República mexicana y su pueblo yacen bajo una cripta de tal soledad y despojo que, júzguese como se quiera, jamás alterará el estado de cosas dominantes si no somos capaces de tomar el toro por los cuernos, desinfectarlo y lijarle las uñas de la codicia y el atraco que bastante han depredado a la patria y a un pueblo históricamente avasallado.

La Cuarta va, y aunque son otros tiempos y circunstancias no deberá fallar…

* El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

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