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Ecoanálisis

En el Atlántico Norte vive el bacalao, Gadus morhua, especie que inició la pesca industrial en Europa del Norte desde el siglo XVII. Se dice que los primeros buques ingleses que salieron a recorrer los mares del mundo lo hicieron en busca de minas de sal, porque era el elemento que les permitía conservar el bacalao durante todo el año y poder comercializarlo. Pero los britanicos se engolosinaron con el descubrimiento y colonización en muchas partes del Mundo y dejaron la industria del bacalao en segundo término. Un historiador encontró que a cambio de su temible armada naval, Inglaterra acabó con sus bosques de maderas duras al construir aquella flota.

El bacalao es una especie de aguas frías que también alcanza a los EUA. Su famoso Cape Cod, o Cabo Bacalao en Nueva Inglaterra ha sido el asiento de la industria pesquera de América para esta especie. Lo atractivo de ella es su abundancia y el poder deshidratarlo para conservarlo y comerlo hidratado durante todo el año en muchas partes del planeta y no sólo en Europa y Norteamérica. En México, la ola española de refugiados del franquismo nos trajo la famosa receta navideña del bacalao a la Vizcaína, que se prepara precisamente con bacalao seco y salado.

Pero su relativa abundancia no fue sostenible y de 300 mil toneladas que se llegaron a capturar en 2006 cayó a sólo 2 mil 700. Políticas públicas agresivas y el respeto del estado de derecho empiezan a recuperar la biomasa del bacalao que se estima en 2 millones con 260 mil toneladas.

Para una odiosa comparación, la biomasa estimada de la totoaba por el Inapesca es de sólo 38 mil 383 toneladas y para algunos expertos, la cifra debe tomarse con cautela porque podría ser una sobreestimación. Además la totoaba está declarada en peligro de extinción y el bacalao no.

Factores que inciden en esta desigual comparación que lo único que pretende es darle perspectiva a esta realidad en la mente del ecológico lector, son la amplia distribución del bacalao y el muy restringido hábitat de la totoaba. Pero el factor que las separa definitivamente es el respeto al estado de derecho de una y otra especie. Físicamente, el bacalo mide en promedio medio metro, la totoaba el metro. El primero llega a pesar 35 kilos y la totoaba más de cien. El bacalao tiene una vejiga natatoria que se comen las gaviotas; el de la totoaba se lo comen en Asia en sopa a 10 mil dólares el kilo.

Gracias al enorme esfuerzo de la UABC que repobló con más de 124 mil totoabitas en 22 años, el Inepesca encontró vivas en el Alto Golfo de California a 580 mil totoabas adultas nadando libres mientras no caigan en las redes clandestinas que pueblan su precario hábitat. Quizá esa biomasa no impacte a nadie, pero a nosotros que vimos colapsar la pesca del gigante del Alto Golfo, saber que por el momento que no está en peligro de extinción nos conforta.

El autor es investigador ambiental independiente.

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