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Columna Huésped

Por: Gabriel Trujillo Muñoz

Hay quienes aún recuerdan, con marcada añoranza, los festejos que se llevaron a cabo para conmemorar el centenario de nuestra ciudad, ocurridos en 2003, aunque celebrados desde un año antes y hasta un año después. Es decir: la fiesta duró de 2002 a 2004 y en todo momento contó con la participación ciudadana como nunca se había visto antes. Eso fue, si contamos bien, hace ya 15 años. Ahora mismo, en 2018, si miramos atrás vemos cómo los mexicalenses nos comportamos como una sola unidad, como un solo equipo para festejar no sólo una fecha oficial sino para festejarnos a nosotros mismos por haber sobrevivido en una centuria a inundaciones que arrasaron las primeras construcciones, incendios en la Chinesca, invasiones multitudinarias de turistas extranjeros ávidos de beber hasta la última gota de alcohol, gobernantes tiranuelos o ineptos, terremotos que nos visitaron con sus tremendas sacudidas, el problema de la salinidad del río Colorado que terminó con la prosperidad agrícola, elecciones fraudulentas o pactadas en la capital del país, guardias blancas de la Colorado River Land Company o chemitas del gobierno del estado, veranos de siete meses con temperaturas insufribles, escasez de vivienda y población flotante de migrantes siempre en busca del sueño americano, entre otras muchas linduras que describen nuestra historia y que han quedado impresas para siempre en nuestra memoria colectiva.

Pero en los festejos del centenario de Mexicali a nadie le importó el sufrimiento colectivo que ha implicado residir en la ciudad capital del estado de Baja California. Por el contrario, a los cachanillas lo único que les interesó era sentirse parte de una urbe que amaban y aman a pesar de todos los quebrantos y todas las zozobras que conllevaba y conlleva vivir en ella, trabajar en ella. Si algo dejaron tales conmemoraciones fue un espíritu de convivencia, de orgullo, que llevó a muchos fronterizos a querer saber más sobre la historia regional, a buscarla en libros, periódicos, revistas o sitios de internet. Por eso se puede afirmar que en la primera década del siglo XXI se dieron a conocer incontables publicaciones, documentales, programas de radio y televisión que informaron sobre los distintos aspectos de la vida en una metrópoli fincada en pleno desierto.

Los mexicalenses querían conocerlo todo, revalorar objetos de antaño, personajes conocidos u olvidados, edificios históricos, acontecimientos que definieron la identidad comunitaria de su ciudad. Fue una fiebre por nuestro pasado como no se había contemplado con anterioridad y en la que contribuyeron por igual instituciones públicas que empresas privadas y medios de comunicación. Pero conforme pasaron los años, la fiebre fue cediendo de intensidad y hos, a 15 años de distancia, aunque el interés se mantiene, los impulsos institucionales han menguado. Si en 2005 se publicaban decenas de libros sobre Mexicali, había columnas periodísticas enfocadas en divulgar nuestra historia, ¿hoy cuántos son?, ¿dónde están? Si quedan son mínimas en comparación de entonces. Tal vez quien ha dado la pelea sin descanso sea un cronista hecho a sí mismo, un comunicador incansable: Luis Razo. En la actualidad no se ven programas culturales dedicados a la historia de Mexicali, a revelar sus innumerables facetas. Es un pendiente que nos deben.

Y aquí quiero recordar que durante los festejos se hizo hincapié en Mexicali histórico en cuestiones obvias: la política, los gobiernos, los sucesos más relevantes, antes de pasar a la historia oral, al relato de familias pioneras, de cómo se fundaron colonias, barrios, empresas. Pero faltan muchos temas por tocar, temas que quedaron a la espera de su respectivo cronista.

Estamos en 2018 y cada día se pierden documentos, datos, testimonios personales de los mexicalenses que vivieron nuestra ciudad en épocas anteriores. Por otra parte, debido a la índole conmemorativa de los festejos del centenario, en aquellos años se hizo un repaso de nuestra historia en plan de celebración, sin considerar los aspectos controversiales, conflictivos de nuestro pasado. Es hora de regresar a ellos y verlos no con una lente maquillada y agradable, sino con un filtro veraz, crítico y transparente, que nos permita observar mejor la sociedad que fuimos y los gobiernos que tuvimos para entender mejor la sociedad que somos y los gobiernos que tenemos. Ver a Mexicali en sus claroscuros y realidades: sin tapujos, sin eufemismos. Contemplar nuestras fallas tanto como nuestros aciertos. Sólo así podemos conmemorar a nuestra ciudad y darle verdad y credibilidad a lo que, hasta ahora, ha estado escondido para no molestar a las buenas conciencias, para no interrumpir la fiesta.

* El autor es escritor y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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