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Dueñez empresaria

TOTALITARISMOS

Obras son amores, y no buenas razones.

Tiempo atrás no solía hablarse de totalitarismos ni de populismos. Más bien se hablaba de dictadura, dictador, pueblo, etcétera. El diccionario nos dice que dictadura es un régimen político que, por la fuerza o la violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales.

Respecto a dictador se nos dice que entre los antiguos romanos era un magistrado supremo y temporal, que se nombraba en tiempos de peligro para la república. Incluso hoy, en tiempos de guerra, al gobernante supremo se le otorgan facultades extraordinarias. Pero también se nos dice que en la época moderna se denomina dictador a una persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica.

Hoy se entiende por democracia una doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes; y también una forma de sociedad que practica la igualdad de derechos individuales, con independencia de etnias, sexos, credos religiosos. Los representantes son los candidatos de los partidos políticos.

Entendemos por totalitarismo doctrinas y regímenes politicos, desarrollados durante el siglo XX, en los que el Estado concentra todos los poderes en un partido único y controla coactivamente las relaciones sociales bajo una sola ideología oficial.

También se nos dice que pueblo es el conjunto de personas de un lugar, región o país; y también una población de menor categoría. Y que populismo (usado en sentido despectivo) es una tendencia política que pretende atraerse a las clases populares (o de menor categoría).

Convenía aclarar estos términos, ya que en sus diversas acepciones dan lugar a muchas confusiones, malentendidos y distanciamientos, sobre todo al hablar de populismos y totalitarismos.

No es lo mismo gobernar queriendo el bien de todos (todos y cada uno de los ciudadanos-personas), que gobernar queriendo el bien del todo (el Estado como un todo). En el primer caso es claro que el bien de todos (y cada uno) es mejor que el bien de pocos; y un totalitarismo así sería bueno. En el segundo caso el Estado es como una

Gran Persona, y los ciudadanos son como células del Estado, células que en sí mismas no tienen dignidad ni derechos; y un totalitarismo así sería malo.

En el totalitarismo malo el Estado tiende a identificarse con su gobernante (o con sus gobernantes si fueran varios), porque el poder corrompe. Por ejemplo, al Rey Sol (Luis XIV de Francia) se le atribuye haber dicho “El Estado soy yo”.

En nuestros tiempos las democracias están más expuestas a extinguirse por políticos que de entrada llegan al poder por la vía electoral; luego debilitan las instituciones, manipulan las leyes y la opinión pública para perpetuarse en el poder, y se convierten en dictadores.

Esto último suele suceder con gobernantes populistas que en sus campañas prometen el bien del pueblo (sin pretender cumplir sus promesas), entendiendo al pueblo como las clases sociales bajas, contraponiéndolas a las clases sociales altas, que explotarían a las bajas. Éste sería un populismo malo, o un totalitarismo malo.

Si el gobierno buscara el bien de todo el pueblo, es decir de todas las clases sociales (tanto las altas como las bajas), procurando entre todas ellas una sinergia en beneficio de la nación, tendríamos un populismo bueno, o un totalitarismo bueno.

Hoy en México Andrés Manuel López Obrador (AMLO), considerado un populista de izquierda, en su campaña electoral prometió un populismo bueno (lo cual han hecho, mintiendo, los actuales populistas). AMLO ganó las elecciones presidenciales de manera contundente, y como Presidente electo está ya trabajando en proyectos tendientes a cumplir sus promesas.

Cuando tome posesión de la presidencia (1° de Dic.) habrá que ir viendo si va cumpliendo sus promesas en la realidad. Y habrá que estar recordándole que lo estamos observando, que lo tenemos bajo la lupa.

* Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.

** “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.

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