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Póstigo

Los cuervos no están de luto

En un informe reciente, el Inegi sustentó que entre 2016 y 2017 las muertes por asesinatos incorporaron a más de 30 mil nuevos cadáveres (cerca de 27% mayor a 2016) reservándose, de parte del Sistema de Seguridad Nacional, que en estos ya experimentados seis meses de 2018, dicha hemorragia presenta un alza del 15%, lo cual es de imaginarse lo que se espera a finales del año, que como aterrador añadido, el mismo instituto apunta la cifra de 30 millones de múltiples delitos ocurridos anualmente los cuales, en el colmo de la incompetencia o complicidad judicial-policiaca, disfrutan de exorbitante impunidad.

Terrible y escandalosa es la imparable criminalidad nacional inserta entre las más dramáticas del mundo donde las bajas padecidas en combate, fuego cruzado, daño colateral o encontrarse en el lugar y hora equivocada se asemejan a las ocurridas en territorios declarados en guerra (Siria, Afganistán, Iraq y otros) que si cotejáramos a México con el llamado Estado musulmán, por ejemplo, salvo causas distintas, ambos muestran igual armamento letal, grado de salvajismo, temeridad, preparación, recursos financieros, garantías e información soterradas destacándose, en pareja cosa, la presencia y consultoría de parte de un enjambre de agencias espías gringas con el fin de “asesorar”, aquí, el combate contra el crimen organizado, allá, para contrarrestar al terrorismo.

Lo inexplicable de la guerra calderonista que se trasladó al peñanietismo estriba, a pesar de todo, en el hecho de que aunado a las carretadas de dinero desembolsado, o desviado a bolsillos varios, la criminalidad en todas sus modalidades pasó de lo regular a lo superior hasta terminar, escribió el fallecido “Búho” (Eduardo Valle), en un par de torrenciales ríos: uno cruzado por dólares y otro colmado por abundante porquería, explicables, encima de lo numérico, por el hecho de las aumentadas tasas de secuestros, extorsiones, consumo de drogas, suministro de armamentos, negocios fachada, trata de personas, desplazamientos, 'huachicoleros' o control sobre ciertos territorios dominado por malandrines de toda laya.

Incesante e invariable azote evidenciado, incluso, durante el proceso electoral pasado que cobró tarifas a decenas de candidatos asesinados, heridos, amenazados u obligados a declinar y alejarse lo más pronto posible del soñado propósito de representar “la voluntad popular”, ya que nadie se conmovió en franca convergencia con quienes todo lo han vivido, visto y escuchado de suerte que la gente continuó su vida cotidiana mirando de soslayo el ritual: presencia tardía de la autoridad, acordonamiento de la zona, acopio de casquillos detonados, fotos, carpeta de investigación y… cero detenidos.

De ahí la sospecha del porqué Peña Nieto en aras de bajarle los humos a la criminalidad, dotó a la Secretaría de Gobernación de amplias facultades y bolsa millonaria sin cosechar éxitos relevantes sino, al contrario, el enorme signo de pesos y la frondosa burocracia allí colocada, seamos objetivos, sirvió para maldita sea la cosa, tal sucedió con la “verdad histórica”, la Estafa Maestra y simulaciones de idéntico sello que de principio a fin tatuaron al sexenio peñista como a sus antecesores.

La corrupción cala, pero mucho más la impunidad…

* El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

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