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De historia y algo más

La sal fue el primer sazonador de comida del ser humano, alteró tan dramáticamente sus hábitos alimenticios que para nadie es una sorpresa que la acción de derramar este precioso ingrediente se convierta en una acto de mala suerte, su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en sus distintas etapas, alcanzando grandes repercusiones económicas, políticas y culinarias a lo largo de las diferentes civilizaciones que han ido puliendo nuestra cultura y formas de vida. Es un producto cuyo uso está generalizado en toda la gastronomía y la industria mundial, bien sea como condimento, como conservante esencial para los alimentos o en sus usos no alimentarios. Numerosos arqueólogos establecen que su uso empieza en el año 6500 a.c., las primera minas de sal de Europa se encontraron cerca de Salzburgo, “la ciudad de la sal”, la sal purificaba el agua, preservaba la carne y el pescado y sobretodo mejoraba el sabor de la comida, los hebreos, los griegos y los romanos utilizaban sal en la mayoría de sus sacrificios. La historia de la sal ha estado tan unida a las grandes transacciones comerciales que su legado aún hoy se conserva en los nombres de lugares como la prehistórica Route du Sel en Francia o la Vía Salaria de la antigua Roma. Se dice que para neutralizar el derrame accidental de la sal se debe lanzar sobre el hombro izquierdo una pizca de la misma, esta acción fue una práctica muy frecuente en los antiguos sumerios, egipcios, asirios y posteriormente de los griegos. Para los romanos, la sal era altamente apreciada como un sazonador para la comida y como medicamento para las heridas, además utilizaron expresiones en donde la palabra sal hasta la fecha forman parte de nuestro lenguaje, llegando incluso a utilizarlo como una ofensa a los soldados romanos a quienes se les otorgaban raciones de sal llamadas salarium, el cual a la fecha da origen a la palabra salario. La superstición de derramar sal está asociado al cuadro de la Última Cena de Leonardo da Vinci en donde aparentemente Judas Iscariote derramó sal durante la Última Cena. En nuestra época y en especial en nuestro país y con motivo de las campañas presidenciales está muy en boga el tema del salario en especial el mínimo. De acuerdo con la última información de Inegi al mes de mayo del 2018 la población económicamente activa es de 55 millones con una edad y escolaridad promedio de 39 años y de 10 años respectivamente, un ingreso promedio 1,565 pesos y 43 horas laborables a la semana, la población menor de 15 años es de 32 millones, la población no económicamente activa es de 38 millones, de un universo de 125 millones, si la aritmética no miente de alguna manera solo el 44 % de este país trabaja con un ingreso muy bajo. Los candidatos presidenciales con tal de recibir votos y acceder al poder presidencial están prometiendo subir el salario mínimo y regalando dinero a quien no lo merece, se deben preocupar por mejorar el ingreso, el cual en promedio es de 300 pesos diarios, deben dejar de prometer cosas inviables, de repartir lo que no es de ellos y buscar mejorar las condiciones de salud, seguridad y educación de toda la población.

El autor es ex presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.

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