Mirador
Frente a él estaba el venado, quieto, sereno, majestuoso, su gran cornamenta de 10 puntas destacándose contra el azul del cielo.
Mi amigo se fue acercando poco a poco, cauteloso. Temía que el más leve ruido, un cambio súbito del viento, delatara su presencia e hiciera huir al ciervo. Pero no: logró ponerse a la distancia conveniente.
Contuvo la respiración. Afirmó el pulso. Tomó puntería y disparó.
Ahora el hermoso trofeo cuelga en una de las paredes de su casa. Es una espléndida fotografía del venado. De aquel venado que sigue corriendo, vivo y libre, en los bosques del norte de Coahuila.
Mi amigo, que tiene como arma su cámara fotográfica, está muy orgulloso de sus cacerías y de los bellos trofeos que ha cobrado.
A mí me gustaría que en México todos los cazadores fueran como él.
La vida no es para matarla.
¡Hasta mañana!...