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Contra corriente

El empeño del actual mandatario, Enrique Peña Nieto, de regresar al pasado, dadas las actuales circunstancias de las campañas presidenciales, sin duda conlleva alguna justificación. Observador como ha de ser, mira transcurrir las diferentes posturas de los actuales candidatos, y sin duda, atisba la posibilidad de que Andrés Manuel, de lograr la Presidencia, haría cambios fundamentales a lo ya realizado por él.

En su discurso con motivo del 80 aniversario de la Expropiación Petrolera expresó estas palabras (sin ser textual): Los diferentes momentos de la historia de México, desde la Independencia hasta la Reforma y la Revolución, el País ha estado atento a los cambios de renovación y no ha permanecido en estatismos destructivos (esto último es mío).

Y expresó a la vez, en referencia a los cambios que él ha realizado, que sus reformas “fueron una renovación de nuestras instituciones y no repetición de modelos superados.” En el párrafo anterior, aludo a Salinas de Gortari, quien hizo cambios fundamentales también: la Reforma Agraria y clero católico, principalmente. Carlos Salinas fue también un renovador, así el presidente Peña Nieto no lo haya expresado en su discurso.

Queda claro. Peña Nieto, sobra decirlo, se refiere a López Obrador, no deja la menor duda; y lo hace de manifiesto a la vez su preocupación por la llegada de Andrés Manuel a la Presidencia.

Habremos de contrastar, siguió afirmando, en cada uno de los factores, las acciones de ayer, con las posiciones de hoy. Los dogmas del pasado con los postulados del presente.

“Más claro no canta un gallo”. Con López Obrador en este momento de la historia nadie sabe a qué atenerse. Su discurso o su proyecto es nacionalista, al parecer con los cánones de la Revolución del viejo PRI en que las reformas peñistas serían inconcebibles. Abrir Petróleos Mexicanos, abrir la educación, buscar con afán el libre comercios y las inversiones sean nacionales o no, hacer cambios fundamentales en los postulados del viejo nacionalismo han sido los objetivos del gobierno peñista.

El petróleo como la reforma agraria eran sagrados. El poder de los sindicatos, en los mejores tiempos del PRI, también era intocable. La corrupción en el sindicalismo, ni hablar era también asunto intocable, reitero. El “obrero y los trabajadores al poder", así la malversación de las cuotas de los afiliados a los sindicatos eran a la vez asunto de la casta divina. Al parecer nada ha cambiado mucho al respecto

Me pregunto yo, siendo maestro, cuántos recursos llegan a los líderes del SNTE, del sindicato petrolero, de mineros, de ferrocarrileros o los miembros del Stirt, etc., a través de la enorme millonada de cuotas mensuales de los trabajadores. Bien que Peña Nieto nada ha hecho contra la corrupción de los sindicatos, pero estas organizaciones al perecer seguirán como lo han sido, intocables. El caso de Napoleón Gómez Urrutia, ex líder de los mineros, propuesto para que llegue al Senado por la vía plurinominal, por Andrés Manuel López Obrador es simplemente una patente de lo que afirmo: el nacionalismo de López Obrador de “Los obreros al poder”, queda en su pensamiento en la nostalgia de un tiempo ya juzgado.

Solo siendo un ingenuo o inocente se pude creer en la honestidad de los líderes de los sindicatos, pese a que yo soy miembro del SNTE y nuestros dirigentes nos han favorecido permanentemente con un sinnúmero de prestaciones. Yo creo en este sentido en los sindicatos y que son necesarios, indispensables diría, pero no en la limpieza de sus dirigentes nacionales con sus naturales excepciones. Comentario dedicado a la maestra Gordillo.

El autor es artista plástico.

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