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Póstigo

La ira de los almidonados

Sin tanto presuntuoso recoveco cualquier “tumba burros” de mediano pelo dicta, en sentido figurado, que la palabra orgánico se refiere a las funciones asignadas a corporaciones, gremios o notables emisarios insertos en una organización estructural concreta, y no necesariamente referida a los órganos integrantes del cuerpo animal o vegetal sino, repito, a las funciones ejercidas por grupos, instituciones o personas derivándose, del ya mencionado vocablo, el concepto que Antonio Gramsci utilizó para definir al “intelectual orgánico” que con armonía y buenos modales sirven al estado de cosas existentes.

El italiano Gramsci (escritor, pedagogo, ensayista, político socialista y militante antifascista), aparte de esclarecer la servidumbre de los “inteligentes” justificadores del encanto ideológico burgués, precisó el perfil y credos que dichos intelectuales profesan en la plaza pública diciéndose críticos, demócratas y liberales, pero que ya ocultos en la discreta simulación sencillamente se entregan al régimen sin fruncir el menor pliegue aunque, cosa infalible, lo hacen mediante poses doctorales profusamente respaldadas por sus trompetas (noticieros, comentaristas, analistas o escribanos) que por consigna o coincidencia con el “crítico” orgánico embisten coléricos al insolente que se aventuró a minimizar la sabiduría, atributos y rótulo doctrinario del intelectual de uso.

Precisamente picaneado por la hostilidad o el desacuerdo, el erudito bautizado con nombre y apellido dinástico, Jesús Silva-Herzog Márquez, juzgó a López Obrador de oportunista, lo que impulsó al político morenista a tachar a Silva-Herzog de articulista conservador, de apariencia liberal y contiguo a la mafia del poder, lo que desató, para luego es flojera, un torrente de censuras contra el tabasqueño de parte de los “librepensadores” que nos dictan cátedra a través de la TV, radio y prensa diaria al estilo de los fatuos “panecillos dulces” del sistema marca Sarmientos, Zukermanes, Ruizhealys, Gómezleyvas, Aguilarcamines, Krauzes y restantes esbirros de la pluma y la palabra que, comunes y corrientes, son de sobra conocidos por perniciosos, insolventes, irritantes y recalcitrantes.

En términos llanos los cerebros alquilados por la mafia del poder no soportan –igual que sus patrocinadores– ser objeto de afrenta alguna por considerarse arriba, en la cúspide del apapacho y gratitud que les otorga la casta adinerada y política, pues por algo monopolizan el reparto de becas, premios, huesos académicos, financiamiento de relamidos coloquios, pago de conferencias, subsidios para investigaciones, homenajes, promociones culturales y el explicable tráfico que les permite disfrutar de suculento cheque con el “noble objetivo” de prepararse, ilustrarse y adquirir mayores saberes en universidades gringas y europeas en cuanto estrategia para “emancipar al díscolo y canalla pueblo”: con sus obvias excepciones, México y Rusia son campeones mundiales al poseer el monasterio académico más corrupto por centaveros, chambistas, sumisos y apócrifos .

Enredados en el laberinto de su arrogante medianía, la intelectualidad orgánica, dependiente y subsidiada por verse colocados al frente de la carreta se duelen de la carga, sin embargo, Andrés Manuel por remarcar el descrédito de los almidonados avivó el avispero…

* El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

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