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Juegos de Poder

Mundial de futbol y elecciones presidenciales

Cada 12 años, la Copa Mundial de Futbol coincide con las elecciones presidenciales en México. Así ocurrió en 2006. Así ocurrirá en 2018. Durante las mismas fechas en que se jugarán partidos importantes, incluyendo los de la Selección Mexicana, estarán cerrando las campañas y llevándose a cabo la jornada electoral.

¿Influirá una cosa sobre la otra?

Difícil decirlo. Lo que es un hecho es que el Mundial de Futbol siempre exacerba el sentimiento nacionalista de un país. México no es la excepción.

Al respecto, me gusta contar la historia de una conversación que tuve con un taxista en Mendoza, Argentina, hace muchos años. Al llevarme a mi destino, platicamos del torneo que se llevó a cabo en México en 1986. Le conté que, gracias a muchas penurias económicas, compré una serie de boletos en los palomares de los estadios Azteca y Ciudad Universitaria. Asistí, por tanto, al partido de Argentina contra Inglaterra donde Maradona metió el gol “de la mano de Dios” y otro histórico en el que dribló a más de la mitad de los ingleses desde la media cancha. Vi, también, la apretada final donde Argentina se coronó ganándole a –¿quién más sino?– Alemania.

El taxista se emocionó. “¡Qué grande!”, repetía. “¡Qué privilegio el de vos!”. Me confesó su sueño: “Sólo espero que algún día la Argentina repita lo del 86 para que mi hijo pueda vivir lo que yo viví esos días. Es lo mejor que me ha pasado en toda mi vida”. El momento más glorioso de este hombre había sido la coronación de Argentina en México, incluyendo la humillación que les dieron en el terreno de juego a los ingleses, cuatro años después de su derrota militar en las Malvinas.

El Mundial de Futbol siempre despierta nuestras fuerzas nacionalistas. Esa identidad colectiva que divide para bien o para mal al mundo. Esa fibra que pensamos como lo “nuestro” y que nos lleva a llorar las derrotas y celebrar las victorias. El futbol como una guerra de once jugadores en el campo. La expresión romántica de una identidad compartida. Queremos que Javier Hernández venza porque “El Chicharito” es “de los nuestros”. Comparte el mismo gusto por el tequila y las enchiladas. Canta mariachi y suspira al ver el lábaro patrio. Es parte de esta comunidad imaginaria llamada México. Como nosotros, canta el himno nacional antes de enfrentarse a la batalla en el terreno de juego.

El Mundial de Futbol es un evento que exalta el nacionalismo cada cuatro años.

Pero el futbol se ha venido transformando en las últimas décadas. Ha pasado de lo local a lo nacional, y ahora a lo global. El juego comenzó en las localidades de Inglaterra y Escocia. Los muchachos de una fábrica o de un barrio se unían para jugar en contra de equipos de otras empresas o vecindarios. El deporte resultó popular porque, como dice el historiador Eric Hobsbawn, se convirtió en un tópico de conversación, quizá el único en común, para los trabajadores de distintas regiones británicas.

En su expansión imperialista, los británicos exportaron el balompié a todos los confines del planeta. Ya para el siglo XX era un fenómeno presente en diversas naciones. Pero seguía siendo local en sus entrañas: los equipos representaban barrios, pueblos, ciudades o empresas.

A finales de los años 50, el futbol comienza a globalizarse. Los grandes equipos en España e Inglaterra, quizá las dos mejores ligas del planeta, contratan cada vez más extranjeros en sus filas. Ya no son los muchachos locales los que juegan. Ahora llega el talento internacional con el fin de ganar campeonatos y dinero para los equipos. En 1999, el club Chelsea, por primera vez en la historia del balompié británico, presenta una oncena titular sin ningún jugador inglés. En el 2005, al Arsenal lo conforman puros extranjeros, incluyendo los sustitutos. Hoy, el Real Madrid o el Barcelona son una pléyade de estrellas que vienen de todos los confines del mundo.

En 1930 se organizó la primera Copa del Mundo que agrupaba a los mejores jugadores de cada nación. Sin embargo, la idea de nacionalizar a los equipos y que jugaran en una Copa Mundial no prendió hasta que se descubrió la televisión, el complemento perfecto del futbol. Con este medio, la gente pudo seguir, en vivo, las nuevas batallas nacionales en un rectángulo de césped.

Este año, los mexicanos vamos a estar pegados a la televisión viendo lo que pasa en Rusia con la Selección Nacional. Al mismo tiempo, tendremos que decidir por quién votar y salir a hacerlo.

¿Quién se beneficiará por la confluencia de estos dos eventos que competirán por la atención de los mexicanos?

El autor es analista político/profesor

investigador del Centro de Investigación y

Docencia Económica (Cide).

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