Mirador
Llegó sin anunciarse y se presentó a sí mismo. -Soy el número uno -dijo jactancioso. Me disgustaron su actitud y su fanfarronería. Le dije para molestarlo: -Entonces es usted el menor de los números. Es casi el cero. Respondió: -Se equivoca usted. Soy todos los números, incluso el mayor que pueda imaginar. Le pedí que explicara su declaración. Procedió a hacerlo: -El número dos es el número uno repetido dos veces. El tres es el número uno repetido tres veces. Y así hasta el infinito. Como verá, no sólo soy el número uno: soy el único número que hay. No supe qué contestar. Como carezco de conocimientos matemáticos me fue imposible rebatir su tesis. Ahora a todos los números que encuentro -al 5, al 34, al 115, al 1000- les digo: -Cómo está usted, señor número uno. Me miran como si hubiera perdido la razón, y no contestan mi saludo. ¡Hasta mañana!...
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