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En algún lugar

Las magnitudes de una tragedia En algún lugar frágil, los caprichosos deslices del relieve derrumbaron afanes, destrozaron el fruto de los esfuerzos y exhibieron la magnitud de los vicios… El sismo del 19 de septiembre, como todas las inclemencias naturales, es una dolorosa lección sobre los devastadores efectos de la magnitud, en todas sus manifestaciones. Muchas edificaciones se mantienen en pie de milagro y muchas irán cayendo poco a poco demostrando la escasa o nula aplicación de las normas de construcción vigentes; desde las grandes constructoras, que desatienden las recomendaciones de los expertos, hasta los propietarios con nociones de albañilería que consideran innecesarios los cálculos de un estructurista para levantar su casa. Los estudios y análisis de los suelos, el reglamento para el desarrollo urbano son poco menos que letra muerta porque al momento de construir predominan la inmediatez y el ahorro; en la larga lista de ahorros malentendidos figuran los proyectos elaborados por profesionistas, los dictámenes estructuralistas, las licencias y permisos para la construcción, la calidad de los materiales, las inspecciones de obra, etc. Los destrozos provocados por el sismo reflejan la magnitud de las corruptelas en torno a la edificación y funcionamiento de hogares y negocios. Además, la cuantificación de los daños reveló que la magnitud del fondo para la prevención y atención de catástrofes equivale al gasto erogado en la publicidad institucional durante el mandato de Enrique Peña Nieto. También es cuestión de magnitudes: la importancia atribuida a la imagen pública explica que en un desplante de austeridad lo que se redujo a la mitad fue el fondo para desastres. La presencia de Peña Nieto en los medios y la cobertura de sus visitas a las zonas devastadas exhiben la cuantía de ese gasto. Y hablando del erario, salieron al descubierto la magnitud del financiamiento a los partidos políticos, el gigantesco gasto que implica el sostenimiento de los legisladores, las escandalosas pensiones vitalicias a los ex presidentes, magnitudes ofensivas para una población en desgracia que espera un magro apoyo gubernamental para reconstruir su vida. La magnitud del dispendio en el gasto público revela la urgente necesidad de una reingeniería presupuestal, pero además implica una transformación en la actitud de la clase política: ya es insufrible perpetuar el afán de enriquecerse con las prerrogativas oficiales, con los recovecos de las prestaciones o los rubros desconocidos de la cuenta pública. Es menester iniciar la reforma del Estado, deliberadamente omitida; sé muy bien que es una faena de magnitudes descomunales pero la magnitud de la reacción solidaria de los mexicanos la supera con creces. Otra magnitud ponderable después del sismo es la inminencia del próximo desastre. La inclemencia de las fuerzas del planeta tiende a intensificarse por los efectos del calentamiento global. Una vez superada la emergencia, debemos reconstruir con miras a un futuro incierto y amenazante, no olvidar la lección dolorosamente aprendida, emprender la reconstrucción material y cimentar una nueva actitud social. La magnitud de la generosidad de los mexicanos demuestra la cuantía desorbitante de su empatía, juntos, todos los mexicanos, podremos levantarnos con el fruto de los esfuerzos por encima de la magnitud de los vicios… *La autora es Lic. en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.

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