Visión académica
Fidel Castro: Un legado de dignidad El viernes 25 de noviembre, a las 10:29 horas de la noche falleció Fidel Castro Ruz, el gran dirigente de la Revolución Cubana. Cerrándose así, su ciclo vital de 90 años. El pueblo cubano tuvo el mérito de forjar el temple, la voluntad, la rebeldía y la inteligencia del más grande estadista revolucionario de América Latina y del mundo: Fidel Castro y su equipo de lucha. A su vez, ellos le devolvieron al pueblo la dignidad rebelde, la certidumbre y confianza en la posibilidad del triunfo socialista en América Latina y su emancipación del yugo imperialista, iniciándose así, un movimiento que fue capaz de hacer trepidar las conciencias de toda la juventud latinoamericana a partir de la década de los 60. Hasta los últimos días de su vida, su pensamiento y acción estuvieron concentrados en estimular la lucha por emancipación de toda forma de opresión. En sus inicios, la Revolución Cubana fue la gran promotora de confianza en los jóvenes en la lucha emancipadora, solamente armados de dignidad y resolución, pese a la cercanía de la potencia imperialista más grande de la historia humana, sobre todo, la más prepotente y arbitraria. No obstante, muchos de esos movimientos terminaron en un baño de sangre como el de 1968. La ofensiva contrarrevolucionaria imperialista, desde entonces no ha cesado. Los revolucionarios cubanos cometieron muchos errores, no solo por su juventud e inexperiencia, sino ante todo por las distorsiones ideológicas de la burocracia soviética que chantajeaba con sus apoyos a condición de subordinarse a sus políticas, de concepción burocrática, sin permitir la organización e intervención de consejos obreros en el control de la economía, los procesos productivos, así como la construcción de su historia. No obstante, en política exterior, la Revolución Cubana, pese a la debilidad propia de ser un pequeño país, apoyó los movimientos revolucionarios antiimperialistas y nacionalistas de África, con armas, pertrechos de guerra y, sobre todo, con la gran cruzada de médicos, medicinas, maestros y alfabetizadores. El legado de Fidel no muere ahí, está vivo su espíritu y pensamiento en su pueblo, en el continente latinoamericano y el mundo; con su ejemplo de una vida dedicada y entregada a la participación activa e infatigable en los desafíos de la construcción de la historia. Muchos acusan a Fidel de dictador, sin tomar en cuenta las circunstancias en que se ha movido la Revolución Cubana, donde el imperialismo nunca dio tregua, mantuvo y hasta la fecha mantiene, el cerco económico, pretendiendo minar la voluntad del pueblo por hambre, hundiendo en la desesperación por las carencias económicas. Han puesto en práctica infinidad de provocaciones, sabotajes a la producción, quema de cañaverales, presiones políticas, bombardeos a la Habana e invasión de Bahía de Cochinos, más una intensa campaña de desprestigio de la dirección cubana, tanto al interior de la isla, como en el exterior. Pese a todo, la revolución se mantiene. La vida de Fidel, nunca tuvo tregua. La Revolución Cubana es una experiencia de construcción de historia, donde el papel protagónico son los dirigentes. No obstante, la historia no puede avanzar solamente con liderazgos fuertes; requiere propiciar la participación activa, democrática, consciente y organizada de la clase obrera, campesina, entre otros sectores sociales. Esa experiencia está por desarrollarse. El autor es catedrático de la UPN campus Mexicali.
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