Peras al olmo

2da de dos partes. Escribí en mi columna anterior sobre la relación que existe en las palabras amor y rosa, muy usadas por poetas y compositores de música, las cuales suelen emplearse como sinónimas, pues ya vimos que Martí, el pensador cubano, le da esa connotación al segundo vocablo, en su hermoso poema “Cultivo una rosa blanca”; pero también a este término se le emplea como sinónimo de belleza y de bondad. Yo lo uso en ese sentido, en algunos de mis poemas, como los siguientes versos: “perdona las espinas a la rosa, porque a cambio del garfio nos da aroma”; y al expresar: “el que busca un amor, si su fé es mucha, lo encuentra en el perfume de una rosa”. Nuestra Décima Musa Sor Juana Inés de la Cruz, escribió un poema titulado “A una rosa”; y en una canción encontramos estas bellas expresiones: “Entre las almas y entre las rosas hay semejanzas maravillosas”. Y a propósito de canciones en las que encontramos referencias a la popular flor que me ocupa, la de Ricardo Palmerín: “El Rosal Enfermo”, que empieza con la siguiente estrofa: “Juno al pie de muro donde se sentaba/ cuando me esperaba, había un rosal/; un rosal enfermo que no daba flores/; pero que adornaba con verdes colores / el blanco mural, el blanco mural”; me inspiró o motivó, para que escribiera una parodia de dicha canción del autor yucateco, cambiándole el nombre por el de “Tengo en mi alma un rosal” y haciendo lo mismo con su texto, adaptándolo a mis sentimientos que expreso metafóricamente. Se las ofrezco, amables lectores, al final de la columna. En la canción de Palmerín, “El Rosal Enfermo”, se expresa, además de la cuarteta citada, lo siguiente, entre otras hermosas frases poéticas: “Mas se fue muy lejos y dejó mi amada Tristeza en las flores, la casa cerrada: Con su ausencia todo dejó de existir Y el rosal enfermo, falto de cariño, Lo mismo que un niño, Se dejó morir; Se dejó morir.” Como ve el lector, el poeta tiene la bella facultad de emplear el llamado lenguaje figurado o metafórico; porque eso es tan atrayente el oficio de escribir versos, al que me aficioné desde la adolescencia, en que me fui enamorando del bello arte de escribir; amor que se extendió al uso de las palabras, sin considerarme lingüista, conocedor o experto del empleo de nuestro idioma, rico en vocablos y en expresiones hermosas. En otras columnas me he referido a otras palabras, como soñar y sembrar, que emplean (¿empleamos?), los poetas; y a propósito de esta palabra, la voz poesía es sinónima de belleza, hermosura. Mi amor por las palabras me indujo a escribir un poema titulado “Brindis por la Palabra”, con el que gané unos juegos florales en 1979, en la celebración de la Fundación de Mexicali, del que son los siguientes versos: Con el divino néctar de su esencia,/ le brindo con devoción por la palabra;/ por la estrofa vibrante del poeta,/ piedra preciosa que destella y canta./. Por la dicción amor, que lo es todo:/ éxtasis, llanto y resplandor del alba;/ por la sabia lección de los maestros,/ simiente redentora que nos salva./ Por la santa y augusta poesía,/ áureo tesoro que enriquece el alma,/ alzo la copa lírica del verso/ en un brindis solemne que la exalta./ Porque es puente vital entre los hombres,/ brindo con emoción por la palabra. Tengo en mi alma un rosal. Tengo en mi alma cansada y feliz un rosal enfermo, como el de Palmerín; un rosal enfermo que ya no da flores, pero que alegra con sus verdes hojas mi viejo jardín. Mi jardín que alumbra con bellos fulgores mi largo existir lleno de congojas, que espera su fin; que vibra al recuerdo de rosas hermosas que dio el rosal enfermo, que ya no da flores, pero trae a mi vida, rota en mil dolores, recuerdos de gratos y añejos amores que en lejanos días colmaron mi vida de dicha amorosa que sigue endulzando mi luenga existencia con sus resplandores Valdemar Jiménez Solís. Verano del 2013. * El autor es escritor. CE: valdemar_vjs@hotmail.com