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Juegos de Poder

Es lógico: Los ataques contra Peña se incrementarán conforme se acerquen las elecciones del primero de julio. El candidato priista se mantiene bien arriba en las encuestas y, por tanto, Vázquez Mota y López Obrador lanzarán sus últimas embestidas para provocar que Peña cometa un error costoso. Como la panista y el izquierdista tienen poco que perder, los ataques serán cada vez más duros. López Obrador ya dejó a un lado su discurso de la “República amorosa” y ha regresado a ser el candidato de siempre: El que alza la voz, se queja y condena a los dos partidos principales por ser lacayos de los que “verdaderamente mandan” que son “los de arriba”. No es el único que ha subido el tono estos últimos días; sus huestes lo están haciendo en las redes sociales donde la grosería ha sustituido a la crítica. La campaña del PAN, por su parte, continúa con ataques en spots de radio y televisión cada vez más duros contra Peña y el PRI. La propia candidata presidencial, que había dejado las embestidas al partido, ha comenzado a criticar al priista. Ante los ataques que recibe, un candidato debe demostrar de qué esta hecho. Creo en la necesidad deque se critique, y duro, a alguien que pretende gobernarnos. Como decía el presidente Harry Truman de Estados Unidos: “si alguien no aguanta el calor, que se salga de la cocina”. Un Presidente, por las decisiones que tiene que tomar, debe soportar un fuego muy intenso. Una campaña sirve, entre otras cosas, para subirles la lumbre a los candidatos a fin de comprobar si la soportan o no. En este sentido, los días que quedan de esta campaña serán definitorios para Peña. Tanto Josefina como AMLO le van a subir cada vez más a la candela. El priista tendrá que enseñar si tiene o no la personalidad para aguantarla. Ahora bien, si esto es lo normal en una campaña, también debemos decir que resulta triste y preocupante lo que está sucediendo en algunas universidades del país con respecto a los debates políticos. Grupúsculos de universitarios radicales parecen estar empeñados en impedir el libre flujo de las ideas. Una cosa es que Peña vaya a la Universidad Iberoamericana, lo cuestionen duramente y hasta le saquen pancartas críticas, y otra muy diferente es que lo busquen para encararlo, correrlo del lugar y decirle que lo aborrecen. De acuerdo a la prensa, el viernes pasado, a Peña lo insultaron, le trataron de aventar un zapato y le mostraron pancartas donde lo tildaban de “asesino”. Apareció, incluso, un cartel que decía “Te odio”. ¿Odio? Uno puede estar en desacuerdo con Peña, le puede fastidiar la idea de que el PRI regrese al poder y pensar que sería un retroceso para el país, pero otra cosa es confesar odio. De acuerdo a la Real Academia de la Lengua, este término se refiere a la “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. Puede haber antipatía y aversión por un político pero, ¿desearle mal? Quizá se ansíe que pierda la elección, pero nada más. No exageremos ni caigamos en la trampa del discurso de odio que acaba por generar acciones de odio: De las palabras se pasa a los hechos; de las pancartas a los golpes; y de los golpes a golpes cada vez más duros. Lo peor es que el discurso de odio aparezca en una universidad que es, por definición, un espacio abierto al debate libre de las ideas. Un ágora plural donde convergen individuos de todas las ideologías para discutir con rigor, pasión y civilidad todo tipo de temas. Una comunidad universitaria tiene el deber de escuchar las ideas ajenas, cuestionarlas y criticarlas, siempre con respeto. En una universidad no puede haber espacio para la intolerancia. Eso, por desgracia, es lo que ocurrió el viernes en la Ibero. No es la primera vez que ocurren este tipo de situaciones en una universidad. Hace algunos meses, el senador priista Francisco Labastida acudió a la Facultad de Economía de la UNAM a participar en un seminario sobre la reforma hacendaria. Alumnos y trabajadores de la universidad impidieron su participación. El senador no pudo hablar. Optó por retirarse por una puerta trasera y abandonar su Alma Máter. Otro ejemplo ocurrido hace poco fue cuando Luis Felipe Bravo Mena, quien era candidato a gobernador del Estado de México, acudió a la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, perteneciente a la UNAM, a hablar sobre sus propuestas de campaña. Al terminar, una treintena de personas lo trataron de abordar con gritos y empujones. Lo tildaban de fascista. Le escupieron, lanzaron piedras, patearon su camioneta y le arrojaron una botella. Yo estoy de acuerdo que se critique, y duro, a Peña, y a todos los políticos que pretenden gobernarnos. Que se les cuestione con firmeza y decisión. Pero me parece lamentable que un grupúsculo de universitarios impida el flujo libre de las ideas usando un discurso de odio e incluso amenazando con golpear físicamente al político en cuestión. Qué triste que un espacio civilizatorio, como debería ser una universidad, se convierta en ejemplo de incivilidad. Twitter: @leozuckermann Correo electrónico: leo.zuckermann@cide.edu *El autor es analista político/profesor investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

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