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Día de San Valentín: La conmovedora historia de amor entre una sonorense y un chino en tiempos de xenofobia

Un relato de amor rodeado por persecuciones xenofóbicas y políticas, que terminó con la separación de una familia entre un migrante chino y una bella sonorense. Un reencuentro entre una madre y su hijo después de 46 años.

Las “Chinesas” Amores Intensos en tiempos de xenofobia China

Como historias épicas de amor prohibido, que han quedado selladas en el tiempo, Sonora cicatriza en su piel esos relatos escondidos por nuestros antecesores y que hoy se conocen con detalle gracias a la memoria de sus descendientes, que revelan aquellos testimonios ocultos por sus abuelos.

El de esta ocasión ellos nos transporta al Sonora de los años veinte, época marcada por el odio, la xenofobia, la persecución y la sangre.

Debido a intereses de grupos políticos- empresariales, aunado a sentimientos xenofóbicos, se promulgaron en el estado sonorense leyes contra migrantes de origen chino, pese que existían comunidades migrantes de otras nacionalidades, solo fueron ellos a quienes se les discriminó, surgiendo así, las campañas anti-chinas.

En 1923 se promulgó la ley número 31 que prohibía el matrimonio entre mexicanas con migrantes de origen chino.

No hubo municipio o localidad sonorense exento de la persecución china. La historia que retomamos inicia en el municipio de Baviacora, hasta donde llegó el doctor Felipe Wong, un médico cirujano, en su auto Ford 1926.

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El doctor Wong llegó a México, alrededor de 1911, desde la provincia de Cantón, China, al puerto de Mazatlán, Sinaloa, donde su tío, también migrante chino, lo esperaba. Su tío tenía ya un par de años establecido en la ciudad de Culiacán, propietario de unos abarrotes.

Felipe fue el “nombre mexicano” que se le asignó al Dr. Wong, Dr. Felipe Wong L.S. Al llegar a Sinaloa, ayudó en el comercio a su tío, para poder ahorrar y cumplir su sueño de convertirse en un médico cirujano. No pasó mucho tiempo cuando Felipe pudo inscribirse en la Universidad Autónoma de México y se recibió con el deseado título.

Tras concluir sus estudios profesionales, el doctor Wong regresa a Culiacán, en medio de un ferviente interés minero en el noroeste del País, especialmente en Sonora, donde requerían de mano de obra para trabajar en la mina de Nacozari, motivo por cual, llegan al país oleadas de migrantes asiáticos.

Mientras decidía dónde instalar un consultorio, el recién titulado doctor Wong, ayudó a sus paisanos, que llegaban a tierras mexicanas, a trasladarlos a las minas y enseñarles lo más básico del idioma español, fue así que llegó al municipio de Baviácora, en el Río Sonora, y a decir de su nieto, -quien más adelante aparece en esta historia-, el doctor Wong quedó sorprendido de aquel pueblo rodeado de cerros y álamos junto al cauce del río, y decidió establecerse entre sus calles empedradas e iniciar el negocio de una farmacia y un consultorio.

Así se fue dando a conocer el Dr. Chino Wong – como lo llamaban los habitantes del Río Sonora – quienes acudían a él ante cualquier malestar o dolencia.

Cada mañana entre el olor a café colado y a leña, iniciaba su caminata a las milpas, para respirar el aire puro e inconfundible aroma de la hierba húmeda del amanecer, y después dedicarse a sus actividades en la medicina, tal vez aquellos detalles de aquel pueblito le traerían algunos recuerdos.

En el diario convivir, se encontró con María Esther, una joven del pueblo, de quien se enamoró y decidió cortejarla por algún tiempo, para demostrarle que la relación sería formal y para siempre.

A pesar de que el doctor tenía una sana relación con los habitantes de Baviácora, cuando se formalizó el compromiso con María Esther, hubo desacuerdos con la familia de la joven mujer, que no aceptaban el noviazgo. En ocasiones, no faltaban los comentarios, “te va a dejar sola un día de estos”, “El doctor regresará a China y no volverá por ti”, para tratar de convencer a la joven a que desistiera.

Surgen campañas antichinas

Aquellos comentarios eran nada comparado con lo que le estaba por venir a la pareja.

Uno de los acontecimientos más relevantes en Sonora entre 1921 y 1928, fue el surgimiento de las campañas anti-chinas, que estalló en una terrible y vergonzosa persecución contra los migrantes chinos.

El 20 de diciembre de 1923, sería una fecha que no olvidarían el doctor Felipe Wong y María Esther Enríquez, pues ese día se promulgaba en el estado de Sonora la ley número 31, la cual prohibía el matrimonio de mexicanas con chinos.

Sin embargo, mantuvieron la esperanza que la ley fuera cancelada en los próximos meses, sin embargo, esto no ocurrió, por lo que la pareja debía decidir entre continuar con su amor ante cualquier dificultad o aceptar la triste realidad de separarse.

La pareja no titubeó, estaban convencidos del inmenso amor que se tenían, y que una separación sería difícil de sobrellevar, así que decidieron formar su propia familia, pese a los conflictos y riesgos que implicaba aquella unión.

Su única protección legal si llegaran a ser arrestados o sancionados por incumplir la ley 31 era promover un amparo federal, tal como lo hicieron otras parejas, como la formada por Rosa Quintero y su esposo Manuel Soap, migrante chino, quienes radicaban en Cananea y fueron sancionados por no acatar la ley xenofóbica.

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Huida hacia China

El matrimonio Wong Enríquez siguió viviendo un par de años con aparente tranquilidad en Baviácora, que, gracias a la profesión médica, le tenían ciertas consideraciones a la familia y no se le molestaba.

En ese entonces nació Antonia, la hija mayor del doctor y María Esther; después Elodia y en 1931 nace un niño, Felipe.

Por estos tiempos la discriminación contra los migrantes chinos se intensifica, queman y saquean sus negocios, son llevados por la fuerza a los llamados “barrios chinos”, se les prohibió entrar a restaurantes, teatros y demás establecimientos y al doctor Wong le cuesta cada vez más lograr la seguridad de su familia.

Tras mantenerse al margen durante el par de años siguientes, empezó a recibir amenazas de muerte y fue obligado a abandonar el País, justo cuando María Esther se encontraba embarazada por cuarta vez.

El doctor Wong no se iría de México sin su familia, más aún con el nacimiento de una linda pequeña a la que llamaron María Esther, como su mamá. Sin embargo, con un escenario adverso, el matrimonio inició los trámites para viajar a China.

Vivir en Sonora no era seguro para ningún migrante chino, de aquel entonces.

El doctor con profunda tristeza debió cerrar su consultorio y farmacia para partir junto con su familia a Nogales, dejando atrás los álamos y los planes de una vida junto al río en Baviácora.

La familia de María Esther trato de convencerla que se quedara con sus hijos, pero todo fue en vano. Ella seguiría al lado de su amado doctor Wong.

Los Wong Enríquez llegaron a Cantón, China para iniciar una nueva vida. En aquellas tierras asiáticas poco a poco se fue estabilizando la situación. El doctor Wong no tardó en encontrar un empleo mientras María Esther en casa, todo parecía ir según lo planeado. Las niñas Antonia y Elodia, y el pequeño Felipe aprendían el idioma chino tradicional.

Cuando creían que no habría problemas, a un año de vivir en Cantón, nuevamente el matrimonio se ve frente a otro conflicto ahora la ocupación japonesa a China.

María Esther y el doctor Wong no tienen más opción: las niñas y ella deben regresar a México. A pesar de que siempre lucharon de mantenerse unidos, en esta ocasión no pudieron contra el destino, y paso lo inevitable.

El doctor Wong se quedó en Cantón con el pequeño Felipe, mientras desconsolado se despedía del amor de su vida y de sus tres niñas Antonia, Elodia y la bebé, quienes partieron a México, con la promesa de que la familia se reuniría nuevamente en aquel pueblo del Río Sonora.

No imaginaron María Esther y el doctor Wong, que esa sería la última vez que se verían. Un amor que inició en medio de una persecución xenofóbica, que los obligó a huir de un país, y que terminó con la separación una familia que trató ante todo permanecerse unida.

El doctor Wong intentó salir de China, para cumplir su promesa de regresar con su esposa y sus hijas, pero fue imposible. Pasaron los años, el pequeño Felipe, ya un adolescente recordaba a su mamá y sus hermanas. Para ese tiempo el doctor Wong se casó en China.

María Esther y sus tres hijas se quedaron a vivir en Hermosillo, de vez en cuando visitaban Baviácora, siempre recordando a su hijo Felipe, tantos años sin verlo. Pero nunca desfalleció por hacer lo posible y tener a su hijo nuevamente junto a ella.

En 1963, Felipe, todo un adulto y padre de un niño de cinco años al que le puso por nombre Manuel, viajó a Hong Kong para tramitar la visa mexicana, sin embargo, el Consulado Mexicano no reconoció los documentos que Felipe presentó para comprobar que había nacido en México.

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Felipe decidió quedarse en Hong Kong casi veinte años y en 1979 finalmente obtuvo la visa, pero solo podía realizar un viaje y sin compañía, por eso, su hijo Manuel, un joven universitario se quedó en Hong Kong, mientras Felipe viajaba a México para reencontrarse con su mamá María Esther y sus tres hermanas.

Y el día llegó. Tras 46 años, María Esther volvió a acariciar el rostro de su hijo, su pequeño varón, Felipe. A pesar de que no podían comunicarse de forma verbal, debido a los diferentes idiomas que hablaban, no impidió manifestar una emoción desbordada por tan esperado reencuentro familiar.

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Madre e hijo permanecieron juntos por los próximos cinco años, hasta el día que muere María Esther, aquella joven sonorense que se enamoró de un migrante chino, y que no pudo casarse debido a ley xenofóbica en Sonora que se lo impidió. María Esther fue una “Chinesa”, como llamaron a las mexicanas que se casaron con chinos. Una familia obligada a huir. Y una historia donde el amor no pudo ganarle a una persecución inhumana.

Los restos de María Esther y Felipe reposan en un cementerio de Hermosillo. Y el doctor Wong murió en China.

En la capital de Sonora también reside Manuel, hijo de Felipe, quien reflexiona que “Es una historia muy triste para ambos lados”.

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Manuel como auténtico descendiente de las dinastías chinas en Sonora, mantendrá para siempre la memoria de sus antepasados como hombres y mujeres de paz, cuyo único pecado fue ser migrantes que solo deseaban una mejor vida para sus familias.

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Manuel comenta que "es imposible dejar de sentir enojo" por las injusticias de las cuales fueron víctimas su familia y paisanos. Sin embargo, no guarda rencor y espera no vuelva a surgir en tiempos futuros otra persecución.

En memoria de las “chinesas”, mujeres que enfrentaron con determinación y coraje las reglas establecidas, reglas que iban en contra de sus sentimientos, mujeres que arriesgaron todo por amor.

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