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El Imparcial / Mexicali / san felipe

“Los niños ya no quieren andar en bicicleta”

Don Emilio sobrevive en un pequeño taller dedicado a la reparación de bicicletas en San Felipe desde hace más de 20 años

Si tu le preguntas a un niño qué quiere para Navidad o de regalo, ya no te va a decir que una bicicleta, te dicen que un celular o una tableta”, señala don Emilio, un reparador de bicicletas y locatario de San Felipe, quien a sus 77 años de edad parece haber visto el auge y declive de este giro comercial.

Originario de Soledad de Graciano Sánchez, a unos kilómetros de la capital de San Luis Potosí, don Emilio Corpus Gaytán llegó hace poco más de 20 años a San Felipe junto con un amigo, según dice, para conocer, pero de inmediato se enamoró del Mar de Cortez.

Poco después se mudó al puerto de San Felipe con toda su familia, donde pudo comprar un terreno para construir su casa y también otro para construir un local comercial, en el que ahora pasa serenamente sus días, esperando a algún cliente o platicando con sus amigos.

Su taller vio mejores tiempos, cuando, en temporada navideña, contrataba empleados que le ayudaran a armar las bicicletas que amanecían al lado de los pinos navideños de los hogares en San Felipe.

El negocio ha venido en declive en los últimos 5 años, agrega, pues las bicicletas ya no figuran en las cartas a “Santa Claus”, pues los niños ya no las piden o las procuran, tampoco sus papás se las compran.

A su taller, ubicado sobre la calle Isla de Java, en la colonia Los Arcos, suelen llegar uno que otro cliente, casi todos adultos, para pedirle una engrasada de baleros, parches para llantas, reparaciones menores o una refacción.

El Imparcial: imagen de artículo

Don Emilio tiene fe que esta temporada navideña comiencen a mejorar las ventas, pues la temporada de verano suele ser mala para muchos comerciantes. “Ahora las bicicletas terminan tiradas, arrumbadas, su temporada ya pasó”, dice.

“El Botellita”, como le dicen sus amigos, no siempre se dedicó a la reparación de bicicletas, recuerda. En su natal San Luis Potosí fue campesino, un trabajo al que se le pega “desde que amanece hasta que anochece”.

Para esos años, los de las familias numerosas, tuvo 12 hijos con su esposa, a quienes se trajo pequeños a San Felipe, donde crecieron y luego hicieron sus vidas en otras ciudades, como Mexicali, Tijuana y San Luis Río Colorado.

El Imparcial: imagen de artículo

“Yo era feliz, nunca faltaban los frijoles, las tortillas, la sopita aguada”, comenta. “Cuando llegué acá trabajé como albañil, pero tuve que dejarlo un día que me insolé, y me quedé aquí en mi tallercito”.

En poco más de 40 años en su tierra, dice, probó los mariscos y pescados unas tres veces solamente, casi siempre en Semana Santa. Desde que llegó a San Felipe ya es parte de su dieta, pues muchas veces, sus amigos pescadores se lo regalan o lo compra barato. “Es del mejor”, asegura.

Junto con la pensión bimestral que recibe como adulto mayor por parte del Gobierno, don Emilio, o El Botellita, como le dicen sus amigos, sobrevive a diario en su taller, esperando algún cliente para reparar o armar alguna bicicleta.

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