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Volver al pasado

No existe en el mundo un modelo económico que resuelva en su totalidad los grandes problemas económicos que padece la humanidad. Existen cuando menos dos perspectivas opuestas e irreconciliables: el capitalismo y el socialismo.

No existe en el mundo un modelo económico que resuelva en su totalidad los grandes problemas económicos que padece la humanidad. Existen cuando menos dos perspectivas opuestas e irreconciliables: el capitalismo y el socialismo. En el capitalismo hay libertad, pero no hay justicia social, mientras que en el socialismo no hay libertad, pero hay “justicia social”. En la teoría, el socialismo está bien escrito, pero en la práctica se distorsiona por los intereses personales de los hombres. El egoísmo siempre está presente, es parte de la condición humana que se privilegia en el sistema capitalista por tener una economía de mercado. Este mecanismo de “mercado” es el que polariza a la sociedad entre los dueños de los medios de producción y los que carecen de ellos, ya que solo poseen su fuerza de trabajo para sobrevivir y la ofrecen al mejor postor.

La “ganancia es el motor” del sistema capitalista, en cambio, en el socialismo es la satisfacción de necesidades sociales. En nuestro país tenemos un modelo combinado, donde coexisten una economía de mercado y una economía de estado. Es la síntesis dialéctica de estos dos modelos antagónicos, que en algunas ocasiones se han cargado hacia el mercado y en otras al estado como rector de la economía. Hoy en día, tenemos un gobierno que dice apoyar a los pobres, pero que gobierna con muchas contradicciones, se dice un gobierno laico, pero en el púlpito de las mañaneras se privilegia al cristianismo y al catolicismo.

Igualmente, se reniega e injuria al neoliberalismo, sin pensar que el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá es una muestra del conservadurismo y neoliberalismo. También hemos visto que existe una “obsesión” por regresar al pasado y culpar de todo lo malo a los gobiernos anteriores, catalogados por el presidente como causantes de la pobreza y la corrupción existente. Pero volver al pasado, como se dice coloquialmente “para atrás ni para agarrar viada”, recordar el pasado es para no repetir los mismos errores. Hay que acordarse de las amargas experiencias que nos causaron las grandes crisis económicas generadas internamente en una economía cerrada, cuando el estado era denominado “el estado benefactor”, el gasto público fue su aliado para subsidiar a la sociedad, que trajo aparejado el endeudamiento externo con sus respectivas devaluaciones.

Fueron años de zozobra e incertidumbre a tal grado que nuestra generación es la generación de las crisis económicas, la generación perdida, que jamás disfrutó los frutos del crecimiento económico que caracterizó a México durante las primeras décadas del siglo XX. La pérdida del poder adquisitivo del salario fue la constante con sus altos índices de inflación, que lo único que lograron fue acumular más riqueza y polarización social. Ningún país del mundo puede perdurar en una economía repleta de subsidios, ya que tarde o temprano incurren en un déficit fiscal. Se comenta y con justa razón, que a los que se dice apoyar quedarán más pobres de lo que fueron antes. La única manera de crear riqueza y repartirla en la sociedad es a través de la inversión productiva y no de la inversión en consumo. Por otra parte, los retos que enfrentamos hoy ante un panorama de incertidumbre son la situación económica, el empleo, la inseguridad, la corrupción y la pandemia. Lejos de invocar al pasado y culparlo de todo lo malo, debemos de construir para nuestros hijos y nietos un futuro en donde todos tengan las mismas oportunidades de crecimiento y bienestar. Hasta ahora, la clase política que nos gobierna ha sido incapaz de generar políticas públicas que beneficien a los factores de la producción como lo es el capital y el trabajo. Solo se piensa en recuperar el pasado que para muchos de nuestra generación los convirtió en la “generación perdida”.

*- El autor es economista egresado de la UABC.

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