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Vivir feliz

Los cubanos felices coreaban el cambio; disfrutaban de los discursos de Castro sin pensar, o quizás pensando que iban por al camino correcto, que incluso había que terminar con el imperialismo, padre de todos los males de la humanidad.

Si mi memoria no me falla, en los documentales que se pasan por la televisión y que algunos investigadores de la época de los sesenta realizaron del pueblo de Cuba en aquella década, cuando Fidel Castro asumía el poder en la isla, con un cambio hacia el socialismo, millones de cubanos mostraban en sus concentraciones en las plazas de aquella ciudad, una enorme alegría; gritos y bailes  de euforia  como respuesta y admiración por Fidel, quien entre otras manifestaciones en su discurso era terminar con el capitalismo.

Los cubanos felices coreaban el cambio; disfrutaban de los discursos de Castro sin pensar, o quizás pensando que iban por al camino correcto, que incluso había que terminar con el imperialismo, padre de todos los males de la humanidad.

Ser feliz era la clave. Y si el pueblo es feliz, qué más podemos pedir.

Sin que nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador dé señales de terminar con el capitalismo y antes bien, su gobierno se ha integrado y apoyado de políticos empresarios, y uno de los más visible es Carlos Slim; por otra parte, el presidente manifiesta estar contento porque la gente está feliz. ¡Cuidado!, esto puede ser una trampa.

Pero que las concentraciones de Obrador son similares a aquellas de Castro, esto es innegable. Millones de mexicanos viven admirando y aplaudiendo a nuestro presidente. Yo me pregunto si ser feliz en estas condiciones; con estos parámetros; con esta perspectiva, es a lo que Obrador debe aspirar.

En la URSS, por la década de los cincuenta; incluso sesenta los rusos se mostraban muy felices en sus plazas  y avenidas pero en los multifamiliares construidos por el gobierno ruso,  vivían  hasta más de dos familias,  mientras que en el  capitalismo “corrupto”, y “malvado” ya en esos años  cada  familia podía comprar un automóvil o una casa; o una tele.

Al respecto, me decía mi amigo Raúl Chin, mexicalense puro, oriundo de la Prohogar: “ ¡No, hombre, Rubén;  - Raúl estaba recién llegado de Rusia- en esos días. Nos encontrábamos conversando en el café Blanca Nieves, 1962, si mal no recuerdo-:  “ La televisión es producto des  del capitalismo, Rubén; lo mimo casa propia y el automóvil;  olvídate; eso; Aunque te diré una cosa: allá, en Moscú, un cafecito como este tan agradable, aun no lo encuentras”.

Retomo el tema: pero aparentemente los moscovitas vivían felices. Quizás sea lo  primordial de cualquier gobierno; de cualquier nación. Es posible que el presidente Andrés Manuel López Obrador apuntale su felicidad en la alegría que la gente le demuestra en sus concentraciones; sí, la población que lo aplaude se ve feliz; feliz, feliz;  a qué más se puede aspirar.

Pero, ¡cuidado!, ¿ese será el primer objetivo de un gobierno cualquiera? He aquí una trampa de doble sentido. Un proyecto de gobierno peligroso sin duda. Al margen de que Obrador, no cabe la menor duda de que está realizando de verdad cambios fundamentales en México.

Eso no se puede negar. Si las calificadoras en referencia al crecimiento de la economía en México arrojan un retroceso y Obrador,  dice que él tiene otros datos, quienes  creemos en un desarrollo continuo y permanente mucho nos gustaría conocer en qué fundamenta  Obrador su permanente negativa contra las calificadoras internacionales de nuestra economía.

El tema da para mucho más. Debo continuarlo, así no sea yo un especialista en el asunto. Es todo.

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