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Una historia de fantasmas

Me levanté a las tres de la madrugada después de una pesadilla y ya no pude conciliar el sueño por un intenso temor.

Me levanté a las tres de la madrugada después de una pesadilla y ya no pude conciliar el sueño por un intenso temor, y en el sopor de la madrugada me parecía escuchar ruidos, pasos y sentir presencias. Así fue mi primera noche en Jerome Grand Hotel, uno de los sitios más embrujados de Arizona.

Cuando visitas el antiguo pueblo minero de Jerome, conocido a principios de siglo como la “Ciudad más perversa”, no puedes desligarte de sus leyendas fantasmagóricas. Aunque, hoy en día el lugar es reconocido como una comunidad de artistas con apenas 400 residentes, en otro tiempo la ciudad atrajo la atención de 15.000 personas que llegaron con las ansias de hacerse ricos en la extracción del cobre.

Y sin duda, uno de los lugares más tenebrosos es el antiguo hotel que se impone en la cima del colorido pueblo ubicado en el Condado de Yavapai, y que hace más de cien años fue el United Verde Hospital, donde murieron miles de personas por la epidemia de la gripe española y tuberculosis.

Ese antiguo inmueble es como una leyenda sacada de la imaginación, cuando te internas en sus viejos pasillos color verde pistache, decorado con antiguos retratos de seres de antaño, y con espejos descoloridos por los años, no puede evitar la presencia del pasado.

El antiquísimo elevador, donde murió en 1935 un hombre degollado al tropezar, es uno de los atractivos del sitio, y el espíritu de ese ser, que en vida llevó el nombre Claude Harvey, es una de las presencias más activas del lugar.

Platicando con María Sánchez, una mexicana que trabaja hace años en el hotel, me habló sobre sus experiencias paranormales durante sus jornadas laborales. Me narró que es común ver a un niño en el piso tres que repetidamente le dice “mamá”. En una de las habitaciones es usual que sienta la presencia del fantasma de una mujer que ha cobrado fama por ser fotografiada por un visitante con un etéreo vestido blanco. “Siento su tristeza, su ansiedad y huelo su perfume”, me dijo mientras aseaba la habitación donde dicen que su presencia es activa.

Me contó sobre el fantasma del hombre que murió en el elevador, me dijo que es un espíritu sumamente enojado, y que ha ocasionado que muchos inquilinos salgan gritando de sus habitaciones a media noche. También, me dijo que se ha encontrado con personas que han sido arañadas por la noche y otros que han soñado con enfermeros que les suministran suero, y que al día siguiente amanecen con laceraciones en sus venas.

Pero indiscutiblemente la habitación 32 es la más embrujada del hotel, es donde se han reportado dos suicidios y en la que los fantasmas suelen ser más indiscretos con los inquilinos.

Un libro de registro que se encuentra en el vestíbulo, atestigua las experiencias de cientos de visitantes, que comparten sus extrañas vivencias, algunas aterradoras al extremo. Los dueños del hotel señalan que llenan un diario de 300 páginas cada año, con testimonio de los turistas.

En mi afán por investigar lo que sucede en la habitación 39, que es donde nos quedamos, busqué los registros y coincidían en que las personas solían levantarse a las 3 de la madrugada, escuchaban las camillas por los corredores y los gemidos de personas en agonía. Palabras más, palabras menos, para los amantes de lo tenebroso, Jerome Grand Hotel es un sitio obligado, donde les aseguro, sin dudarlo, no se irán sin lo que buscaban. E

sta es, mi breve historia de fantasmas. Espero los haya alejado de la tragedia pandémica y del espectro de la política.

* La autora es corresponsal en Arizona y Nuevo México de la Agencia Internacional de Noticias Efe.

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