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Un año de Marina: ¿Qué ha cambiado?

Los morenistas en Baja California deberían estar preocupados porque hasta ahora no han conseguido un gobernador o una gobernadora que sea de Morena.

Los morenistas en Baja California deberían estar preocupados porque hasta ahora no han conseguido un gobernador o una gobernadora que sea de Morena. El rasgo más notorio de Marina del Pilar es que no es de Morena. Es decir, no gobierna desde lo que podría considerarse que identifica a ese partido o al movimiento obradorista, por más que lo intente.

Marina gobierna desde una perspectiva “neutra”, por decirlo así. Esto es, incluye algunos proyectos que podrían ser abanderados por otros partidos, y los mezcla con los programas emblemáticos del gobierno de López Obrador, intentando ponerle un sello particular haciendo un corazoncito con sus manos. En eso consiste todo su gobierno.

Su flanco débil es el político. Marina es una mujer de acciones, no de política. No sabe que para construir, encabezar o impulsar un supuesto proyecto de cambio y de transformación (como dice Obrador), tendría que meterse al terreno de la política, porque (entendida correctamente) es ahí donde detonan los esfuerzos colectivos y se moviliza a los ciudadanos. Sin hacer política no se puede hacer un buen gobierno.

Sin embargo, a Marina le pasa lo que a muchos seguidores de AMLO, que hacer política es “seguir” a su líder, no hacer cosas distintas que pueden chocar con el proyecto que encabeza López Obrador. Los morenistas se inscriben en un engranaje nacional, no local, con sus realidades específicas.

Un lastre que Marina ha arrastrado desde el inicio de su gobierno, dato que sirve para caracterizar a los gobiernos de Morena, ha sido la oposición del exgobernador Jaime Bonilla, que se ha enfrentado a ella en varias ocasiones acusándola de tener ligas con el narcotráfico. También ha tenido que gobernar sin el apoyo de cuatro municipios, que se alinean con el exgobernador.

Tiene el apoyo del gobierno federal pero a medias, porque también desde allá se alienta o se promueve la fragmentación en la entidad al sostener la presencia de Bonilla, sabiendo que eso frustra los proyectos de Marina.

Para salir de este “impase” en que parece encontrarse, Marina tendría que sacudirse esos lastres y formar un movimiento político que le dé sostén a su gobierno. O sea, construir una fuerza propia, como lo intentó hacer Bonilla, para contrarrestar sus debilidades y tomar un nuevo impulso.

Pero eso no lo va a hacer porque podría llevarla a un choque con el gobierno federal, con AMLO en particular, por lo que prefiere mantenerse así, en un “vuelo bajo”, aguantar los ataques de sus opositores en Morena, albergando la idea de que su trabajo callado la va a sacar adelante. Su apuesta es esa.

El caso es que ya se le fue un año y no hay avances significativos. Marina ha lanzado una batería de proyectos novedosos y ambiciosos (en infraestructura, movilidad y medio ambiente) pero hasta ahora son sólo eso: proyectos, ideas, que sirven para ganar tiempo nada más. El problema principal es la inseguridad y la violencia producida por la delincuencia, que cada vez escala y alcanza las zonas más céntricas de las ciudades, con todo y presencia de la Guardia Nacional.

Una falla enorme de Marina es que cuando el gobierno de Morena debería tener un rostro social, aumenta el costo del agua potable, desconociendo que este aumento desencadenará aumentos en otros bienes y servicios de primera necesidad. Kiko Vega terminó su gobierno en medio de un conflicto por el agua, pero Morena no lo ha entendido todavía.

El sello de los gobiernos de Morena en BC, hasta ahora, es que “administran” los problemas sociales, atienden las cosas por encimita, construyen un “gobierno asistencial” que distribuye despensas y ayudas, mientras todo sigue igual. Por otro lado, todos los poderes son sometidos, el congreso es una ventanilla del gobierno, los medios se pierden en la adulación, mientras los empresarios locales intentan subirse al carro de Morena.

Lo que domina es el sopor y una profunda mediocridad en la esfera gubernamental. Hay protestas aisladas y eventuales de parte de algunos grupos de la sociedad contra alguna medida o contra algún funcionario o alcalde, pero no pasa de ahí. La sociedad está paralizada y los partidos de oposición están desactivados.

Los gobiernos de Morena no rinden cuentas, son opacos y no están dando resultados sustanciales. Las ciudades están deterioradas y la criminalidad está penetrando por todos los poros de la sociedad. La cohesión social está en entredicho y el distanciamiento y el enfrentamiento entre los mexicanos aumenta cada vez más.

En este contexto es difícil esperar que pueda producirse un cambio en corto tiempo. La gobernadora navega tranquilamente en medio de esta tempestad. Eso parece.

*El autor es analista político

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