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Traidores a la patria

La política, llevada al extremo, es igual que la religión. Se arraiga en la mente de las personas y es prácticamente imposible salir del atolladero.

La política, llevada al extremo, es igual que la religión. Se arraiga en la mente de las personas y es prácticamente imposible salir del atolladero; de la convicción irreductible de tener la razón. Recuerdo en este momento las huestes o multitudes que seguían a Mahoma, (570 aproximadamente, de la era cristiana) Las huestes que lo siguieron, ciegamente creyeron en él; no había otra opción, e incluso miles de cristianos se pasaron a su prédica. No olvido por otra parte, ahora en política, el discurso de Fidel Castro contra el capitalismo. Religión y política fanatizada es lo mismo: sierran el entendimiento. Y eso, naturalmente le puede pasar a hombres o personas inteligentes; normalmente convencidas de tener la razón. En los políticos por otra parte, caso del presidente Andrés Manuel López Obrador el extremo fanatizado se matiza con inteligencia; por la convicción de permanecer al frente del poder, que va, en este caso mucho, más allá de un fanatismo cerrado, como el de Fidel Castro o incluso Hitler contra los judíos. Nuestro presidente lo mueve convicciones firmes de tener la razón, pero a la vez, discurso permanente, por táctica y sagacidad, para mantener el poder, reitero.

En el caso de la convocatoria al pueblo y a los miembros del Congreso, sobre todo, a fin de que se apruebe una reforma nacionalista para la CFE; - su permanencia, su rechazo a la intervención extranjera en la producción de energía eléctricas, su discurso permanente fue, antes de aprobarse el rechazo del congreso a su iniciativa, llamar traidores a la patria a todos aquellos que estuvieran contra su propuesta; de hecho, una orden a los diputados a seguirlo. La reforma en cuestión no pasó, el presidente mostró tranquilidad al respecto, no agregó más agresiones a los responsables; asimiló la derrota. Pero, antes de que se votara en el Congreso esta reforma, que le fue adversa, su discurso contra los traidores a la patria, si no le daban la razón, fue permanente, persistente; incluso agresivo.

No lo hubiera hecho. Mario Delgado, presidente nacional de Morena, tomó la batuta; se asumió paladín del presidente y así, continuó su ataque contra los traidores a la patria. De manera desesperada, incluso agresiva envió una denuncia ante la Fiscalía General de la República a fin de que se castigue a estos traidores a la patria porque no votaron por México sino a favor de las empresas extranjeras. Mario Delgado, aquí, - con todo respeto a su investidura-, me recuerda sin duda alguna al fanatismo de Fidel Castro contra el capitalismo. No existe diferencia. He aquí el fanatismo político y religioso, a lo que me refiero párrafos arriba.

El asunto es muy simple, muy fácil de entender: ahora resulta que en México no se puede pensar diferente a las ideas del presidente Obrador. Si así fuera, Fidel en persona vendría de su tumba a visitarnos y los de Morena le harían una fiesta y mínimo un concierto con banda de redova, o mariachis, Digo.

El nacionalismo del presidente Obrador es sin duda muy respetable, no por sus ideas sino porque de alguna forma desea regresar a pasado; al pasado nacionalista del priismo que dentro de sus aciertos se convirtió a la vez en un régimen monopolio. Esto no es el problema si no que, cuando se abrió la inversión privada el mercado libre de ofertas creció y se multiplicaron por otra parte los inversionistas en supermercados por ejemplo: Calimax, Walmart, Ley, Home Depot, Soriana etc. Y esta apertura terminó para empezar, con la lamentable y anacrónica Conasupo y los políticos del PRI merodeando en torno de esta empresa nacionalista. El presidente Obrador pareciera soñar con el retorno a este pasado. Todo en manos del gobierno, todo en manos de los políticos de Morena. ¿Te das cuenta? Así, si no se está con el señor presidente se es un traidor al patria.

*- El autor es Profesor Emérito, UABC, por la Facultad de Arquitectura. Creador Emérito, ICBC. Artista plástico

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