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Razones que la razón no entiente

Nunca un pueblo entero ha estado de acuerdo con la forma de gobernar de sus gobernantes.

Nunca un pueblo entero ha estado de acuerdo con la forma de gobernar de sus gobernantes. Jamás ha existido un cien por ciento de aprobación en cualquier político que desempeña un papel importante en la administración pública. Siempre habrá fanáticos y detractores de los políticos. En el México de hoy, desde que tomó posesión del gobierno federal la gente de la Cuarta Transformación, se ha desarrollado la costumbre sistemática de a diario, a todas horas, estar sacando cosas malas que se hacen, críticas avasalladoras, y memes por demás explícitos, críticos e insultantes.

Revisando detenidamente los comentarios y demás herramientas que se usan para denostar, descalificar y desaprobar, se ve que la mayoría pone de razón o pretexto, como lo quiera usted llamar, la discordia o enfrentamiento que hace también a diario AMLO en sus mañaneras, contra todo aquel que no esté de acuerdo con lo que el piensa. El problema es que por media hora o una hora que se la pasa criticando el presidente, nos tenemos que fletar todo el resto del día, oyendo a sus rivales y contrincantes, respondiéndole en el mismo tono, y no menos contundentes. Hay una rivalidad que nos hace daño a todos. Aquí lo triste es que a ninguna de las partes tiene el ánimo de parar, sentarse a acordar; y hacerlo por México, al que tanta falta le hace la cohesión social.

Las razones del presidente son claras. Habla de su filosofía y que quiere imponerla les guste o no a quien el señala como contrincantes y les dice neoliberales. Según el, esos son los corruptos y los malos que tienen a México postrado ante tanta inconveniencia. Es un tema no agotado, que tiene en muchos aspectos validez, pero que en otros aún no se vislumbra el avance real de las cosas con ese sistema y la forma clara de cómo lo quieren implementar.

Por su parte, los detractores, señalan su inconformidad, pero por las formas que utilizan, podemos deducir que son por varias razones que no necesariamente son en el mismo tenor. En primer lugar, un servidor pondría la intolerancia. Es decir, el simple hecho de no aceptar en lo que no creo. En segundo término, por nostalgia a los regímenes anteriores, de los que tantos sacaron tantas ventajas, tanta gente aprovechada, que luego se convirtió en pudiente y ahora está en la discolería total por volverse a hacer de los privilegios que antes se obtenían a manos llenas. En otros casos es por resentimiento social y político de quienes no saben reconocer que hicieron las cosas mal y la gente no se tocó el corazón para cambiarlos. Y una ultima razón, tal vez la más triste, por un profundo clasismo, que siempre ha ensombrecido a la sociedad mexicana; porque algunos se creen que vienen o pertenecen a una casta especial o divina de tlatoanis; y eso nos tiene a todos enfrentados en el inframundo.

Tan sencillo que sería respetar, tolerar y acordar. Pero las ambiciones y las diferencias son harto profundas.

* El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y coordinador de Tijuana en Movimiento.

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