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Presidencialismo narco

En México el colonialismo español terminó imponiendo, en largos 500 años, el llamado presidencialismo.  

En México el colonialismo español terminó imponiendo, en largos 500 años, el llamado presidencialismo. Salpicado de caudillos, caciques o jefes; el régimen encontró su palanca de sometimiento dejando, en brazos del Ejecutivo, lo que al libre albedrío dicha figura ordenara el cómo, dónde y cuándo debieran ejecutarse los asuntos correspondientes al aparato Judicial, Legislativo, político, etcétera; lo que gradual pero concluyente determinó el modelo vertical impuesto a los mexicanos (del padre de familia pasando por el cura, directores o gerentes).

En los hechos el “ordenar para obedecer” constituye, tratándose de las riendas del sistema, el cimiento donde reposa la “estabilidad” de la desigualdad, tribus gobernantes y grupúsculos apropiados de la riqueza donde, subrayamos, el presidencialismo delincuente legado por el PRI es culpable de contagiar miedo, oportunismo, servilismo y, aún más denigrante, inducir a una mezcla de resignación o esperanza a la población que parejamente se inmoviliza, se convierte en pedigüeña o vive atenida a la buena caridad del mandamás.

Precisamente el acatar lo emprendido por quien ostenta la fuerza y poder personal remató, más menos, en deshonra de la Constitución, sus instituciones y los equilibrios políticos que sumados, matices de por medio, configuran a México como un país donde el Estado de derecho no existe o su ejercicio, acaso, es aparente, imaginario, atado a una dictadura perfecta montada al lomo de la fallida democracia burguesa supuestamente participativa y representativa ya que el mentado presidencialismo si algo mantiene ileso y firme es su proceder autoritario en cuanto salvoconducto de impunidad, corrupción y pasamanos auto determinado para cometer o permitir cualquier canallada.

De allí las incrédulas gargantas y ridículos escritos, por no decir mezquinos, de aquellos que niegan el imposible involucramiento y beneficio de los expresidentes, de Miguel de la Madrid a enrique Peña Nieto, en contubernio con el crimen organizado, blanqueo de capitales y evidente apoyo policiaco-militar a favor de ciertos carteles que por su extensión financiera, red de cultivos y comercialización de carácter internacional por igual importan, exportan o intercambian técnicas e insumos lo que da certidumbre, o despierta el involucramiento, del sujeto político encargado de mover el aparato represivo de manera afectiva o simulando investigar, combatir, detener y recluir a los infractores de la ley: la gracia para unos transgresores y desgracia para otros solamente rifa con el aval presidencialista pues de “acuerdo al sapo es la pedrada”.

Al igual que otros horrendos sucesos el del narcotráfico mexicano no deja de ser un crimen de Estado aunque, por sus características menos recónditas de esconder, eventualmente son expuestas por venganzas, confesiones forzadas o a cuenta de delatores protegidos lo cual no significa que dicha balconeada indulte a procuradores, jueces, policías u operadores metidos en el ajo, de forma sobresaliente, a los amos y señores del corrosivo presidencialismo. Los últimos granujas (Fox y Calderón) emponzoñaron como ninguno el mapa nacional donde su cerebro y mano ejecutora se llama Genaro García Luna.

Los muertos, mutilados y desaparecidos por la fatídica violencia, empero, palidece ante las cifras de hombres, mujeres y niños postrados por el consumo de drogas…

* El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

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