Peter Pérez: detective del pueblo
Los años treinta y cuarenta del siglo XX son las décadas en que la narrativa policiaca toma por asalto la literatura nacional. Muchos son los motivos para esta explosión creativa. Entre las causas foráneas está la masificación de la figura del detective, gracias a la radio, el cine, los comics y el auge de la propia literatura policial anglosajona, traducida al castellano, y que llegaba al país vía las editoriales españolas y argentinas.
Los años treinta y cuarenta del siglo XX son las décadas en que la narrativa policiaca toma por asalto la literatura nacional. Muchos son los motivos para esta explosión creativa. Entre las causas foráneas está la masificación de la figura del detective, gracias a la radio, el cine, los comics y el auge de la propia literatura policial anglosajona, traducida al castellano, y que llegaba al país vía las editoriales españolas y argentinas. Es de notar aquí que si los escritores de la época voltearon a ver lo policiaco como una práctica literaria legítima esto se debió, en buena parte, a que autores de la talla de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, le dieron su lugar en la república de las letras universales y pronto comenzaron a imitar sus atmósferas, tramas y personajes hasta que los transformaron en relatos auténticamente latinoamericanos.
Después de varias décadas en que la novela de la revolución mexicana y el relato indigenista habían monopolizado nuestra literatura, el cine y la narrativa voltearon a la propia ciudad de México y comenzaron a relatar la gesta cotidiana de sus calles y plazas, de sus gendarmes y delincuentes, de su clase media temerosa de perder su patrimonio y de los criminales mexicanos, esos animales nocturnos dispuestos a enriquecerse con las ventajas del contrabando en tiempos de guerra. La urbe se estaba volviendo una Babilonia nacional donde el asesinato era un acto común, una fórmula atroz para pavimentar el camino al enriquecimiento bien explicable. Es aquí donde se desenvuelven los relatos de José Martínez de la Vega.
Nacido en 1907 en San Luis Potosí, Martínez de la Vega fue un periodista que prefirió pitorrearse de todas las galas sociales y políticas de su tiempo y como Joaquín Fernández de Lizardi siglo y medio antes, creó un personaje que representara al pueblo mexicano, con sus marrullerías y su caló, sus instintos de supervivencia y sus reflejos intactos a la hora del jolgorio criminal. Este pícaro con intereses detectivescos que utiliza para su propio beneficio y, sí se puede, para ayudar a la justicia representada por el sargento Velez, quien al percatarse que “no daba el ancho” en los misterios -casi siempre robos o asesinatos- que ocurren en el popular barrio (para los años cuarenta y cincuenta) de Peralvillo, recurre a Péter Pérez, un detective mañoso, astuto, enrevesado. Mexicano hasta las cachas.
Por eso los medios masivos de comunicación de su época lo incorporaron de inmediato. José Martínez de la Vega primero publicó dos libros con Péter Pérez como personaje principal: Humorismo en camiseta (1946) y Peter Pérez, detective de Peralvillo y Anexas (1952). Su muerte, en 1954, le impidió continuar su saga detectivesca y paródica. Pero fue tanta la popularidad de Peter Pérez que el personaje saltó a la radio y más tarde al cine, donde fue encarnado, según Vicente Francisco Torres, “por el popular actor Antonio Espino, mejor conocido como Clavillazo”.
¿Cuál es, pues, el legado de Martínez de la Vega? María Elvira Bermúdez acepta que “la parodia ha sido abordada en el terreno de lo policiaco con intención clara y efectivamente humorística por Pepe Martínez de la Vega”. Lo que no dice la principal portavoz del género en esta época es que Peter Pérez había, en el plano nacional, sustituido efectivamente con su parodia a los modelos anglosajones. Para el público mexicano, un detective así, en su ridícula apariencia y en sus interrogatorios sin ton ni son, representaba realmente el estado de la investigación judicial, porque en el mundo real la pesquisa no pasaba por la lógica o el raciocinio, sino por la macana, los toques eléctricos y el agua de tehuacán. Además, como toda parodia que se precie, la literatura de Martínez de la Vega era un producto subsidiario de obras anteriores: ya sean los casos de Arthur Conan Doyle y su Sherlock Holmes o los títulos de los libros de Erle Stanley Gardner, el lector debía tener un conocimiento previo del material parodiado para disfrutar cabalmente los guiños de complicidad de nuestro autor.
Peter Pérez es un detective a la mexicana: improvisa hasta toparse con la verdad de pura chiripa, hasta descubrir que las investigaciones oficiales y las que él realiza usan la misma metodología: el azar, la chapuza, la invención. ¿No es eso el humor más nuestro: el que más duele, el que más nos da risa?
*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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