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Perdió el PAN, perdimos todos

Crecí escuchando historias de panistas, hombres y mujeres, dispuestos a construir una patria ordenada y generosa a través de su participación activa en la política.

Somos lo que hacemos

Crecí escuchando historias de panistas, hombres y mujeres, dispuestos a construir una patria ordenada y generosa a través de su participación activa en la política; ellos veían su intervención en la vida pública de nuestro estado como una obligación consustancial a la búsqueda del bien común; lo importante era dar testimonio y participar, los triunfos llegarían cuando estos tuvieran que llegar, aun sabiendo que en aquella época el gobierno era quien disponía de las reglas.

Hubo victorias no reconocidas por la autoridad como la del 68 y el 82 que dieron testimonio de que tarde o temprano las mismas tendrían que ser reconocidas por los gobiernos en turno; cuando Ruffo demostró que lo que parecía imposible ya no lo era más, el PAN encontró en él, el emblema que distinguió a nuestro estado al alcanzar por vez primera una gubernatura de oposición en el México post-revoluciario en 1988.

Se ganó el poder y con ello el desgaste provocado por ostentarlo, el PAN dejó de ser lo que era, un pequeño grupo movido por verdaderos ideales, e inició el deterioro de administrar la hacienda pública y la red de intereses y corrupción que ello implica.

Elorduy en Mexicali fue un hito, su alcaldía marcó una nueva forma de llevar la administración municipal, lástima que su ambición dio inicio a la decadencia del uso de la nómina en aras de la conservar el control del partido. Fui protagonista de la contienda interna de Víctor Hermosillo, sigo sin entender cómo Eugenio traicionó la amistad de tantos años por apoyar a Jaime Díaz, la respuesta: Jaime le debía a Eugenio su candidatura, de capacidad mejor ni hablamos.

Murió Don Héctor y la gubernatura recayó en alguien que no estaba preparado en sentido alguno para sucederlo, González Alcocer y su cortoplacismo marcaron una diferencia que empezaba a ser cada vez más obvia entre los panistas de causa y los que eran funcionarios debidos a la circunstancia.

Llegó Eugenio y seis años después Guadalupe Osuna, buen hombre y panista tradicional, enfrentó exitosamente la crisis de seguridad pública de Tijuana, desafortunadamente murió Blake y no se estaba preparado para tal contingencia, el resultado fue catastrófico: primero, todos fuimos viudas de Blake en mayor o menor grado, segundo, llegó Kiko Vega y la fiesta se volvió un desastre.

Durante los últimos 18 años los diputados de Acción Nacional no hicieron nada más que defender los intereses del establishment de gobierno y partido, los ideales que durante décadas fundamentaron la mejor tesis política de este país, fueron intercambiados por un cortoplacismo simple, miope y ramplón.

Fue entonces cuando la cuenta larga dejó de importar y el cortoplacismo de las ocurrencias y candidaturas mediocres fue la moneda de cambio para dar pie a las corruptelas de Jaime Díaz, de Valladolid, de Bujanda, de los negocios al amparo de las relaciones de Bonfante y de los miembros del gabinete más cercanos al gobernador; diputados serviles para su causa, casi nunca para los ciudadanos, acostumbrados a dar dádivas, no leyes que procuren el bienestar de nuestra gente; sintiendo que su razón es otorgar apoyos clientelares, no contrapesos al ejecutivo; ¿nos preguntamos por qué perdió el PAN?, no fue por la diferencia entre los candidatos, fue por el hartazgo y el descontento de muchos, tantos, que me pregunto si será posible empezar de nuevo.



*El autor es empresario, ex dirigente de la Coparmex Mexicali.