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Mis muertos

Cada quien tiene sus muertos, algunos más vivos que otros, todos seremos algún día el muerto de alguien.00

Somos lo que hacemos

Cada quien tiene sus muertos, algunos más vivos que otros, todos seremos algún día el muerto de alguien; bienvenido a éste Camelot que sin pretender ser panteón de nadie hoy ha decidido abrir sus puertas a usted para que juntos honremos a nuestros muertos; yo, a los míos los tengo muy vivos, me da miedo despertar un día para darme cuenta que ya no viven más en mí, es que no hay muerte más grande que la que llega con el olvido, es esa la muerte más muerte.
Conocí el concepto de la muerte cuando a los 10 años de edad mamá nos avisó que, Victor Hugo, nuestro amigo de la calle Gómez Farías había muerto en un accidente automovilístico, no fui a su funeral,  de repente me sorprendió su ausencia en las tardes subsecuentes de ese verano justo antes del regreso a clases, no tuve en ese entonces el apego de la memoria pasada para extrañar al ausente, es más, tiempo después descubrí lo que es el olvido cuando ya no tuve la capacidad de recordar ni su cara ni su voz, así de cruel es la muerte, algunas veces mata hasta los recuerdos.
Por supuesto hay muertes que marcan más que otras, hasta en eso hay diferencias, es que no es lo mismo la muerte que llega a liberar al enfermo de una prolongada agonía, si, esa que uno termina agradeciendo por haber llegado, que la muerte dura, cruel y despiadada que no respeta edad ni estado de salud llegando de manera traicionera y cobarde haciendo, por su inesperada presencia, nuestro dolor y asombro mucho más grandes; tal fue el caso de mi  entrañable David Felipe Gutierrez quien en vida le escribió a la muerte algunos de los sonetos más hermosos que he leído, tal vez por ello llegó para levárselo a sus 40 años cumplidos, los mismos que tenía mi querido Pancho Mendez cuando un puto cáncer imbécil y cabrón decidió arrebatárnoslo a  Ivonne, a su hijos, a sus padres, hermanos y a todos los que tanto lo quisimos.
Supe lo que es morir con la dignidad de quien sólo se sabe preparado para hacerlo cuando la abuela Natalia se fue un 14 de Febrero después de haberse despedido de su queridísimo Jorge, mi hermano, quien 28 años después volvió a acariciar su pelo el día que se tuvo que exhumar sus restos, créame, pocas escenas de un amor tan grande se pueden ver en toda una vida.
La muerte de mi padre llegó después de una inmerecida agonía una fría mañana de diciembre de la mano de Monseñor Guízar y Valencia, pues fue así como mi hermana Zarina describió su partida al verlos juntos caminar fuera del hospital justo cuando mi padre moría; ojalá todos tengamos quien guie nuestros pasos para que el camino a recorrer esté siempre iluminado, yo quiero que el mío, cuando me toque andarlo, sea guiado por Emiliano, mi hermoso guerrero que abrió sus alas y voló para no sufrir más y enseñarnos que a veces la muerte llega con la sonrisa más hermosa y profunda que uno nunca tendrá palabras para describir ni memoria para olvidar.
Yo lo que quiero es que mis muertos vivan siempre conmigo y no se mueran nunca más, yo quiero ser un muerto muy vivo en el recuerdo de mis querencias; así tardaré mucho en morir.

* El autor es empresario y ex dirigente de Coparmex Mexicali.
 

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