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Los monstruos gigantes también caen

No tengo hijos, pero aun así puedo imaginar el profundo dolor que deben de sentir los padres cuando les arrebatan a sus niños en los centro de detención de ICE.

No tengo hijos, pero aun así puedo imaginar el profundo dolor que deben de sentir los padres cuando les arrebatan a sus niños en los centro de detención de ICE. Cuando escribo sobre estos temas es inevitable dejar de relacionar aquellos oscuros tiempos Nazis en que los campos de concentración eran el caldo de cultivo perfecto para infringir el abuso y la crueldad más extrema entre las familias judías.

“Nadie merece esa crueldad”, dijo un padre inmigrante que fue separado de su hijo al ser capturado en la frontera. Estas son sus palabras textuales: “Nunca soñé que Estados Unidos nos trataría a mi hijo y a mí de esta manera, vinimos buscando seguridad y nos enjaularon como animales. Nadie respondió a mis llamadas de ayuda cuando mi hijo se enfermó cada vez más, luego me lo quitaron y no tenía idea de lo que le estaba pasando’.

Este padre, que prefirió identificarse con tres discretas iniciales, se suma a las decenas de demandas de familiares que decidieron retar al gobierno de Donald Trump, por el uso excesivo de crueldad, traumas infringidos a sus hijos, y vejaciones recibidas en los centros de detenciones y albergues para refugiados.

El viernes dos padres inmigrantes presentaron  sus demandas ante el gobierno federal, donde argumentan que aparte del daño causado por la separación familiar, los dos niños que también son representados legalmente, declararon que sufrieron abuso mientras estaban bajo la custodia de The of Refugee Resettlement (ORR), la agencia federal encargada de proteger a los niños no acompañados.

Los padres pasaron semanas sin saber el paradero de sus hijos y aseguraron sentirse “aterrorizados” al imaginar que nunca volverían a verlos. Además, indica la denuncia, los padres fueron presionados por autoridades migratorias para abandonar su derecho a solicitar asilo.

Estos atropellos son el pan nuestro de nuestros migrantes, no son casos aislados, estas demandas son la punta del iceberg, pero no representa a las miles de familias que cruelmente fueron separadas desde el 2017, cuando Trump decidió iniciar con dicha política, en su afán por disuadirlos de intentar ingresar a los Estados Unidos.

Estos casos sellados con lágrimas y en ocasiones con sangre, han sido documentados continuamente, el más reciente es un informe publicado en septiembre de 2019 por la Oficina del Inspector General para el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, donde el mismo gobierno confirma que el trauma intenso es común entre los niños que ingresaron a las instalaciones de ORR en 2018 y en particular a los que fueron separados de sus padres.

No se necesita ser psicólogo para entender que cualquier separación forzada entre padres e hijos causa daños significativos a corto y largo plazo a la salud mental, física y emocional de los menores.

Aun así, en nombre de la disuasión de la migración futura, el gobierno separó a los niños inmigrantes, los envió a miles de kilómetros de distancia, se negó a informar de sus paradero o la condición en que se encontraban y jamás proporcionó los medios adecuados para que hablen entre ellos. La administración Trump incluso no implementó un sistema de seguimiento para garantizar que las familias pudieran reunirse, al contrario, utilizó todo su odio y perversión para detonar el sufrimiento de los padres y sus hijos.

Percibí infinidad de veces la desesperación de las madres al no saber de sus hijos, “por favor ayúdeme”, me decían cuando las entrevistaba, y yo impotente hubiera deseado tener la respuesta a sus suplicas, pero en el fondo entendía cuál era el juego del gobierno federal y no tenía el corazón para revelarles que permanecerían meses sin saber de ellos, solo les respondía “usted volverá a estar con su hijo”.

Este padre que ahora se encuentra de nuevo con su hijo y que ayer decidió demandar, se suma a los más de 40 familiares con los que trabajó la Iniciativa de Libertad de Inmigrantes del Sureste (SIFI) de SPLC el verano pasado después de que fueron separados de sus hijos en la frontera y enviados a los centros de detención de ICE en Georgia y Louisiana.

Estos padres migrantes decidieron retar a Trump, y como David contra Goliat, afinaron su puntería, a sabiendas que los monstruos gigantes, también caen.

 

*La autora es corresponsal en Arizona, Nuevo México y Texas de la Agencia Internacional de Noticias Efe

 

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