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Las cantaletas

Al cansancio con el cual terminamos las campañas políticas electorales con una total fatiga, le agregamos la seguridad de que ninguna de las promesas hechas por los candidatos en este tiempo, va a llegar a buen término.

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Al cansancio con el cual terminamos las campañas políticas electorales con una total fatiga, le agregamos la seguridad de que ninguna de las promesas hechas por los candidatos en este tiempo, va a llegar a buen término. Los perdedores que nos aseguraron que su idea de las elecciones provenía de sus preocupaciones habituales, pero se consolidaba en la posibilidad de ocupar un puesto de elección popular, no la volverán a mencionar pues se apagará al perder. Podrían, si tuvieran una verdadera conciencia ciudadana, continuar sus acciones de mejoramiento de nuestra calidad de vida, reparando el medio ambiente, pero sus actividades en este sentido se terminan al final de las campañas políticas. No los volveremos a mirar empuñando una escoba. Hasta allí les llega su conciencia ciudadana. Los ganadores tampoco extenderán su activismo medio ambiental ni sus jornadas extenuantes por las colonias. Con el triunfo les cambia hasta su semblante. Después se vuelven etéreos y de manera fugaz los veremos aparecer y desaparecer. Las tareas cotidianas de las ciudades se dejarán de hacer como siempre. Los candidatos triunfadores comienzan sus tres años de traicionar al electorado. Los de la oposición, que ahora declaran ser la alternativa para modificar el estado de cosas, se relamerán las heridas y seguirán sus actividades subversivas, sin otra estrategia que la de crear el desconcierto y afianzar la desconfianza en las autoridades electas.

El próximo lunes cuando ya tengamos a quienes fueron electos no será diferente de los días anteriores. La violencia, la delincuencia, el narcotráfico, los ajustes de cuentas seguirán su dinámica y nos parecerá que nada ha cambiado. Para que algo nuevo de verdad suceda y se vislumbre una salida al enorme y fatal nudo que nos ahoga, se debe establecer un gran frente ciudadano que tome las riendas y discuta el qué hacer. No se va a poder extinguir el narcotráfico ni las disputas de los grupos de narcotraficantes por los mercados, pero si se pueden encontrar estrategias viables para reducir drásticamente los asesinatos.

Las cantaletas que hemos escuchado durante 45 días en nuestras ciudades se terminarán, y quienes nos han atosigado nos dejarán descansar y volverán a sus tareas cotidianas. Atrás quedarán sus discursos vacíos y se esfumarán en el anonimato sin volver a levantar la voz. Son carne de campaña y sus horizontes son tan estrechos como su conciencia ciudadana. Esa es la tragedia que estamos viviendo en México: quienes están moral y éticamente obligados a enfrentar los acontecimientos negativos que nos ahogan, forman parte de la ola de violencia diaria en las ciudades. Al callar toman partido y al voltear la cara se suman a los malos. La violencia y la delincuencia también crecen por la omisión de quienes la sufrimos. No denunciamos, no señalamos, no aportamos pruebas y quienes -como las agencias policíacas y en general todas las fuerzas armadas- debería hacer su trabajo, agreden a la población con una fuerza inusitada, pero son débiles y omisos cuando están frente a los delincuentes. De esta manera, la principal tarea que es combatir a la policía municipal no se hará. Por consiguiente, el principal foco de violencia seguirá activo y golpeando. Las nuevas autoridades harán lo mismo que las que terminan: Nada. Vale.

* El autor es Lic. En Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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