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Las Termópilas

Malditos sean los que guardan las Termópilas. Esto debió de pensar Jerjes, el Gran Rey, señor del Imperio persa.

Malditos sean los que guardan las Termópilas. Esto debió de pensar Jerjes, el Gran Rey, señor del Imperio persa, al contemplar la tenaz resistencia de un puñado de griegos que, pese a su reducido número, conseguían frenar completamente a un ejército como nunca antes se había reunido. Unos pocos soldados bajo el mando del aguerrido rey Leónidas hacían frente a innumerables enemigos, sometiendo la voluntad del todopoderoso Jerjes y componiendo un ejemplo imborrable de valor y sacrificio. Jerjes había decidido conquistar y someter Grecia para vengar la vergonzosa derrota sufrida por su padre, Darío I, ante los atenienses en la batalla de Maratón librada diez años antes, en 490 a.C. Con este fin reunió un ejército inmenso, cuyos efectivos debían de oscilar entre 90,000 y 300,000 hombres. También remitió embajadores a las principales ciudades griegas, con un único mensaje: «Tierra y agua». La entrega de agua y tierra al Gran Rey suponía someterse a su poder, y algunos griegos lo hicieron. Pero no todos quisieron olvidar su libertad, y hubo quienes decidieron resistir hasta la victoria o el desastre. Reunidas todas las naciones de Asia en su ejército, Jerjes comandó sus tropas hasta Grecia. Mientras, oscuros presagios, un eclipse, una tempestad o el imposible parto de una mula, anunciaban desgracias y muchos pensaron que el Gran Rey había insultado a los dioses al lanzar la invasión. Ajeno a ello, el monarca condujo sus tropas hasta el norte de Grecia donde un angosto sendero discurría entre las montañas y el mar. El desfiladero que separaba a Jerjes de Grecia recibía el nombre de Termópilas,(Puertas Calientes), a causa de las aguas termales que brotaban en sus inmediaciones. Era el lugar donde, según el mito, había muerto el legendario Hercules y se lo consideraba la entrada a Grecia. Corría el mes de agosto del año 480 a.C. Una vez que los griegos se vieron amenazados directamente por el vasto ejército llegado de Asia, nadie dudó de que el mando militar tenía que estar en manos de los espartanos. Por el otro lado, los persas contaban con la desventaja de un equipo defensivo mucho más ligero y vulnerable y con el hecho de no poder desplegar su temible caballería debido a la orografía del terreno. Así que al segundo día, Jerjes decidió emplear a su tropa de élite, los Inmortales, diez mil hombres pertrechados con un equipo mucho más completo que el resto de la infantería persa. Pero la lucha volvió a provocar incontables bajas entre los persas y su grandioso ejército siguió estancado, incapaz de superar al pequeño grupo de enemigos apostado en el paso. Entonces intervino en la contienda un traidor. Al atardecer de la segunda jornada de lucha, un griego, Efialtes, habló a Jerjes de una senda secreta que permitía rodear la posición de los griegos y salvar el paso defendido por Leónidas. En la actualidad existen muchas termópilas en nuestro país, la zona de suroeste del estado de Michoacán y Colima, la Sierra de Guerrero, el noroeste y el noreste del país pero al contrario de la historia, los delincuentes (persas) están presentes, pero los espartanos (el Ejército y la Guardia Nacional) no lo están y no lo están por la simple razón que se encuentran construyendo carreteras, el tren maya, el aeropuerto Santa Lucia, edificando bancos y vacunando contra el Covid-19. Por decisión del ejecutivo federal el Ejército, la Marina y la Guardia Nacional no cumplen su función constitucional que es defender a México de ese conocido enemigo, reculando cual cobardes y dejando sin protección a los habitantes de esas zonas que también son mexicanos.

*- El autor es ex presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.

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