La lucha por salir de la antesala del infierno
Pensaba escribir sobre el bochornoso teatro montado por los seguidores de Donald Trump en su intento fallido por lo que algunos presumen de golpe de estado. Pero saben, hay cosas más importantes de qué hablar, la lección para Estados Unidos está exhibida mundialmente, espero que les quede claro que no son los mejores, ni tienen la democracia perfecta.
Pensaba escribir sobre el bochornoso teatro montado por los seguidores de Donald Trump en su intento fallido por lo que algunos presumen de golpe de estado. Pero saben, hay cosas más importantes de qué hablar, la lección para Estados Unidos está exhibida mundialmente, espero que les quede claro que no son los mejores, ni tienen la democracia perfecta.
Pero lo que sí nos debe quedar claro al mundo entero, es la realidad que últimamente me está quitando el sueño, la cantidad de contagios por coronavirus golpea con más fuerza. Es alarmante el número de infectados, nadas más en Arizona en un solo día se reportaron más de 17,200 casos de Covid-19, ocupando el vergonzoso primer lugar en infecciones a nivel internacional.
Acabo de escribir sobre un caso de una familia de 16 personas infectadas por una reunión reciente, uno de ellos lucha por su vida conectado a un ventilador, y el otro afectado, ayer perdió la vida.
Pero resulta que las personas que son atacadas por este bicho se vuelven cada vez más cercanas, mis sobrinos, mis tíos, mis primos, mis mejores amigos, mis vecinos, mis colegas. Es tan abrumador, que en ocasiones me empiezo a sentir como en una isla donde la culpabilidad aflora por el solo hecho de tener el privilegio de no enfermarse.
Hace días hablaba con un gran amigo sobre su experiencia de ingresar a un hospital porque su neumonía no le permitía respirar, y mientras me relataba su experiencia sentía que estaba viviendo un pasaje de Dante Alighieri internándose lentamente al infierno en busca de su amada Beatriz.
Deja les cuento, porque siempre tuve curiosidad de lo que sucedía con las personas que cruzaba el umbral de emergencias y quedaba desconectados de su familia y el mundo.
Aquí está el breve relato: Samuel llegó al hospital solo, aunque se resistía a entrar al nosocomio, por el temor de nunca más regresar a casa. Una vez que llegas te identificas con coronavirus, entonces cruzas el puente entre la vida y la muerte y te internan en un pasillo que te conduce a un gran cuarto denominado la “zona morada”.
En esa habitación, Samuel sintió temor de que su contagio aumentara, ya que la mayoría de la gente se encuentra en condiciones críticas. Veía gente que no paraba de toser, ahogándose, luchando por seguir respirando. La mayoría se cubría la cara por la vergüenza de su condición, con los ojos rojos de irritación, desvanecidos en las sillas y los más necesitados conectados a un tanque de oxígeno.
Ese cuarto era la antesala del infierno, y esa gente ni siquiera estaba en condición de exigir una cama, las que por obviedad no estaban disponibles, la mayoría permanecía en posición fetal esperando una señal divina para poder obtener un cuarto en cuidados intensivos, un ventilador, una atención médica especializada, “éramos como perritos abandonados en una calle desierta”, describió.
Samuel pasó tres días en ese purgatorio, mientras veía como improvisaban camillas para la gran cantidad de contagiados que no paraban de llegar hora tras hora. Después de penar en ese espacio reservado para los que esperan una oportunidad de vivir, con el oxígeno casi llegando a ochenta, y en un delirio mental, pudo obtener una cama para ser atendido de emergencia.
Allá arriba, en un cuarto compartido por otras tres personas luchando por su vida, se sintió un poco más cerca del paraíso.
Allá abajo, continuó el crujir y rechinar de dientes, algo muy similar a “La divina comedia”, y aunque parezca una novela alejada de la realidad, es tan fiel al sentir humano.
Lo dije y lo sostengo, hay temas mucho más profundos que nos deben de preocupar. Mucho más trascendentes que una horda de racistas sin escrúpulos. Por hoy, nos debe de ocupar respetar los mandamientos del Covid-19, para nunca pisar la antesala del infierno.
*Corresponsal en Arizona y Nuevo México de la Agencia Internacional de Noticias Efe.
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