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La indecorosa labor de los diputados

Del pueblo libre y soberano emergieron, pero, se fueron alejando poco a poco, se fueron volando, andan levitando, hoy están en contra de él, ya no tocan el piso, se transformaron, traicionaron sus ideales, sus partidos, sus familias, sus nombres y su descendencia. Nos robaron la esperanza, la esperanza de un mundo mejor, la esperanza de las nuevas generaciones.

Del pueblo libre y soberano emergieron, pero, se fueron alejando poco a poco, se fueron volando, andan levitando, hoy están en contra de él, ya no tocan el piso, se transformaron, traicionaron sus ideales, sus partidos, sus familias, sus nombres y su descendencia. Nos robaron la esperanza, la esperanza de un mundo mejor, la esperanza de las nuevas generaciones. Se dejaron cautivar por el poder y el dinero, ya no son ellos, ya no se pertenecen, sufrieron metamorfosis, mientras el pueblo se consuela y vive una larga “catarsis” en espera del paraíso terrenal tantas veces postergado. Si pensábamos que ya lo habíamos visto todo, nos equivocamos. Pensábamos que todo mejoraría con esta nueva legislatura, que nunca perderíamos nuestra capacidad de asombro, que no deberíamos de acostumbrarnos a experimentar lo vivido, que lo visto anteriormente pasaría al arcón de los malos recuerdos.

Que lo pasado había sido efímero que no se volverían a repetir estas amargas experiencias. En efecto, muchos pensábamos que la anterior legislatura, había hecho un papel negativo para la colectividad y que la actual reivindicaría su proceder, pero nos equivocamos, fallamos. Jamás hubiéramos imaginado que la actual legislatura continuaría por la misma línea y que potenciaría el desprestigio tantas veces cuestionado por la sociedad. Las representaciones sociales asignadas a los diputados locales han atentado contra cualquier lógica e inteligencia.

No habíamos terminado de ver una inmoralidad cuando ya teníamos la otra encima. Purificar y dignificar el trabajo legislativo tantas veces prometido al igual que la disminución de las dietas y los apoyos sociales han sido banderas de la mayoría de las legislaturas de nuestro estado que “ondean” y “cacarean” en tiempos de campaña. Como dice el viejo refrán “el prometer no empobrece el dar es lo que aniquila”. Sin embargo, una vez que logran el poder se les olvidan todas las promesas y hasta el regreso a sus distritos, lugares en donde establecen oficinas “fantasmas” que se convierten en “elefantes blancos” que no resuelven nada y tampoco atienden a nadie. La labor social y el contacto con la gente de su distrito debería de darles el pulso de las necesidades de la sociedad, no el interés de ellos.

Para muchos ciudadanos es “frustrante” ver como se reparten el “botín”, pensando siempre que la gente no se da cuenta, subestimando al electorado y creyendo que la gente está tonta. Triste labor de estos representantes populares que debieran dignificar para ellos mismos y sus familias el llegar a ser un representante popular, pero lo único que logran es ser inmerecidos de la confianza que la sociedad ha depositado en ellos. Eso es traición, porque al tomar protesta juraron cumplir y hacer cumplir la ley y al no hacerlo se degradan ellos mismos, su palabra y compromiso han quedado entredicho. Por eso la sociedad se harta de tener este tipo de representantes que no merecen el mínimo respeto.

La cámara de diputados debiera ser un espacio digno, no un mercado, con todo respeto para los mercados, donde las decisiones dependen del apoyo económico o se dan a cambio de apoyar iniciativas, la compra de votos para lograr mayorías calificadas es una constante, súmele usted los compromisos, de “me das y te doy” como en un mercado donde se venden bienes y servicios, acá son voluntades a cambio de favores o de apoyos económicos. Se ha denigrado la labor de los diputados, quienes debieran ser los garantes de vigilar el sano ejercicio del presupuesto, pero también de legislar a favor de la sociedad no en contra de ella, creando leyes y normas que beneficien la convivencia social. Solos se humillaron, con su ejemplo, están heredándole a las nuevas generaciones el camino de la indolencia.

 

*- El autor es economista egresado de la UABC.

 

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