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La crisis del gobierno de AMLO

Desde principios de los años noventa, para hablar sólo de los más recientes, todos los gobiernos del país han terminado en una crisis de carácter económica, social y también política.

Desde principios de los años noventa, para hablar sólo de los más recientes, todos los gobiernos del país han terminado en una crisis de carácter económica, social y también política. Así fue con Salinas de Gortari, con Zedillo, Fox, Calderón y Enrique Peña Nieto, un periodo que abarca casi 30 años. Y todo indica que con López Obrador no será la excepción, que se encamina por la misma ruta. A dos años de que concluya, algunos rasgos de esta crisis son los siguientes.

En primer lugar, el país se está rompiendo o destrozando por el ciclo de violencia que está viviendo como nunca antes, incluso más cruento que durante los años más críticos de la década pasada. Antes la violencia era provocada por la intervención militar, ahora por su inanición, producto de la política de “abrazos, no balazos”, provocando que las bandas delictivas avancen por todo el país imponiendo el terror. En varios sentidos, hay signos de ingobernabilidad.

El gobierno parece inerte o impotente, adoptando un discurso que culpa de todo a los gobiernos pasados, o diciendo que antes era peor pero que no se decía por el férreo control que tenía la oligarquía sobre los medios. Antes los gobiernos tendieron a minimizarlo, hoy el gobierno de AMLO hace lo mismo, aunque con otra retórica.

El segundo aspecto de esta crisis es que a dos años de distancia de que termine el gobierno, la mayoría (si no es que todos) los proyectos emblemáticos que se propuso, están inconclusos, a medio hacer o cuestionados por voces opositoras, como es el caso del Tren Maya, la refinería Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía y el corredor interoceánico del Istmo de Tehuantepec.

Para ser un gobierno que se propuso grandes cambios históricos, con la connotación de ser la “cuarta” etapa de país, sus resultados son casi insignificantes, por lo menos en este campo. De otras propuestas mejor ni hablemos porque hay muy poco qué rescatar. Si esto no significa una crisis, ¿entonces cómo le podemos llamar?

El tercer rasgo es que la economía del país se está internando por un sendero oscuro que presagia un final crítico, no obstante tener algunas variables bajo control. Para no ser un gobierno “neoliberal” puede tener un final parecido al de aquellos, con una inflación muy alta, con más pobreza, mayor desempleo y nulo crecimiento económico. Es decir, AMLO puede entregar un país en peores condiciones de cómo lo recibió por los gobiernos neoliberales.

En cuarto lugar, el país está más dividido y confrontado que nunca, producto del mismo discurso del presidente y su estrategia de poder, enjuiciando a la mayoría de los sectores de la sociedad como son las clases medias, los empresarios, los académicos e intelectuales, los periodistas, los medios como el Reforma y otros, y más recientemente a algunos religiosos. Nadie se ha escapado del juicio duro del presidente.

En esta segmentación política, AMLO se ha quedado sólo con los militares, “el pueblo”, con una parte del PRI, con algunos empresarios como Slim y con algunos medios de comunicación. El resto de la sociedad no existe para él. No es un buen dato.

Hay un factor, en quinto lugar, que tampoco habla muy bien de cómo están las cosas. Me refiero a la sucesión presidencial con las “corcholatas” que AMLO ha presentado. Porque en lugar de ser una expresión de un proyecto trasformador, los precandidatos del presidente son una expresión del híper-presidencialismo que inauguró con su gestión, cuando aquí debería haber una verdadera innovación política.

Morena llega a un punto culminante sin ser un partido que juega con reglas claras, y en donde cualquier militante o miembro de ese partido puede aspirar a un cargo de elección popular. No, en lugar de eso hace lo que todos los partidos autoritarios y sin democracia interna han venido haciendo desde hace años, fortaleciendo una de las principales características de nuestra clase política. La democracia es la principal ausente de Morena.

Morena es una simple fachada que ejecuta las órdenes que vienen desde la presidencia, como ha sucedido durante los últimos ¿sesenta o setenta años en México? Morena es un arcaísmo de nuestro sistema político, y no pasa nada. ¿O qué ha cambiado?

Así, se reconozca o no, el país llegará al final del sexenio en medio de una crisis, pero esta vez no de los neoliberales sino de algo que quiso parecerse a un gobierno de izquierda, o por lo menos con el hurto de sus banderas. El problema es que también la oposición está en crisis. El de Morena es un mal gobierno pero no hay con quien remplazarlo, por lo menos hasta ahora.

La clase política en México está en crisis, la sociedad está dividida y atomizada, sin alternativas, temerosa y una buena parte de ella sobreviviendo. Algo tiene que suceder, pero el país no puede continuar así. Hay que voltear a ver la realidad.

*El autor es analista político.

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