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La Santa Inquisición

La Santa Inquisición Española, el Tribunal Eclesiástico que fue responsable de muchas muertes.

La Santa Inquisición Española, el Tribunal Eclesiástico que fue responsable de muchas muertes, ha sido uno de los temas históricos más abordados, pero también de los menos comprendidos. Es prácticamente imposible hablar de ella sólo por sus métodos de tortura o del número aproximado de víctimas. El objetivo del Tribunal era la búsqueda y castigo de los herejes. Este Tribunal perseguía a los "judaizantes" (judíos convertidos al cristianismo que secretamente mantenían sus tradiciones). Estuvo al mando del Estado y comenzó con los Reyes Católicos en 1478 y se disolvió por completo en 1834. Para juzgar a los indiciados el proceso se dividía en partes. El edicto de fe, esto no era más que la invitación a denunciarse a sí mismos, si es que alguien se creía hereje, así como a denunciar a otros. Este período correspondía a un lapso de entre 30 y 40 días. La detención, después de levantar el informe conocido como “sumario”, que recogía los testimonios de cargo contra el acusado, se procedía al arresto, y éste iba acompañado de la confiscación de los bienes; si era una persona de alto rango, se le permitía tener uno o dos criados que permanecerían encerrados con ellos. La instrucción, una vez detenido, el presunto culpable permanecía aislado en su celda durante semanas o meses. Muchos no sabían de qué estaban siendo acusados y sólo tenían contacto con su carcelero. Cuando finalmente los inquisidores interrogaban al prisionero, las preguntas tenían que ver con los oficios que había desempeñado hasta entonces, quiénes eran sus padres y abuelos; ciudades donde había vivido; cónyuges, hijos, estudios y viajes realizados. Después se comprobaba que conociera las principales oraciones católicas y se le pedía que dijera las razones por las cuales estaba detenido y que confesara sus pecados. La tortura, este proceso se repetía hasta tres veces con intervalos de algunos días. Si tras el tercer interrogatorio el prisionero no confesaba, se le llevaba a la celda de tortura, a donde sólo podían acceder el escribano, los inquisidores y el verdugo. La tortura a los prisioneros era para hacerlos confesar, aunque los inquisidores eran conscientes de que el tormento no era un medio seguro de obtener la verdad. Según el grado de culpabilidad se distinguían tres tipos de acusados, los herejes que niegan serlo a pesar de las pruebas, los culpables que lo confiesan y los pertinaces. El auto de fe, este evento se debía realizar un domingo o un día festivo para que todos los habitantes pudieran asistir; días antes se leía una proclama pública para invitar a la población. Una vez que el penitente era vestido adecuadamente, respecto al delito cometido (con el Sambenito, la prenda que vestían los acusados por el Tribunal), abandonaban la prisión hacia donde se realizaría el auto de fe. Un predicador pronunciaba un sermón para atacar la herejía, después se hacía la lectura de las sentencias y, una vez terminada la lectura, un destacamento llevaba a los condenados a los lugares de suplicio; inmediatamente después se arrojaban los cuerpos a la hoguera para reducir a cenizas los cadáveres. Aunque la inquisición desapareció en 1834 en México ha vuelto a resurgir, todas las mañanas desde el centro del país, se hacen juicios sumarios, mucho más abreviados que los establecidos por la Santa Inquisición Española, ahora como antes, se usa todo el poder del estado para desprestigiar o acusar de traición a la patria a quien no está de acuerdo con su muy personal ideología y lo más grave sin pruebas. El mal ejemplo cunde y aquí en Baja California no cantan mal las rancheras, también usan el poder del estado para acusar a tirios y troyanos de rateros, ladrones, huachicoleros, sucios, cochinos y marranos, ven la astilla en el ojo ajeno, pero no ven la viga en el propio. Émulos de Tomas de Torquemada.

*- El autor es ex presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.

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