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Himno nacional (la otra historia)

Un año después de que el himno nacional fue tocado por primera vez; Antonio López de Santa Ana fue derrocado.

Un año después de que el himno nacional fue tocado por primera vez; Antonio López de Santa Ana fue derrocado, Juan Nepomuceno Álvarez asumió en octubre de 1855, la presidencia de México y prohibió las estrofas IV y VII, que hacían referencia respectivamente, al recién derrocado Antonio López de Santa Anna y al primer emperador de México, Agustín de Iturbide.

Después del Presidente Álvarez siguió Ignacio Comonfort, quien simplemente omitió el Himno de todo acto oficial al igual que todos los gobernantes que le siguieron. Las fuertes pugnas ideológicas que caracterizaron al México de finales del siglo XIX impidieron la adopción de un solo himno que identificara a todos los mexicanos. Uno tras otro, los presidentes hicieron caso omiso de la composición de Nunó y Bocanegra, y cada quien utilizó como himno patrio distintos cánticos que alababan sus respectivas proezas políticas y virtudes humanas.

Incluso, en 1860 el propio González Bocanegra escribió la letra de otro himno, en el que ensalzaba la figura del general conservador Miguel Miramón, entonces presidente interino de México (aunque el bando liberal sólo reconocía a Benito Juárez como presidente legítimo).

Por su parte, Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, tras la victoria del 5 de mayo de 1862 contra las fuerzas del Segundo Imperio francés, prohibió de todo acto oficial el himno nacional ya que le desagradaba de sobremanera la letra, convocada por un gobierno conservador y además de que había sido compuesta por un poeta del mismo bando y sobrino del tercer presidente de México José María Álvarez como lo fue González Bocanegra, Juárez en su lugar prefería la marsellesa o la Marcha de Zaragoza (compuesta por el músico hidalguense Aniceto Ortega del Villar en honor, evidentemente, de Ignacio Zaragoza), tanto le gustaba a Juárez esta marcha que se convirtió en el Himno Nacional de facto durante su gobierno.

El destino final de González Bocanegra fue un capítulo sombrío y triste de la historia nacional ya que los simpatizantes del bando liberal lo hostigaban y agredían constantemente, lo que lo obligó a refugiarse en el sótano de la casa de su tío el expresidente Álvarez, en condiciones húmedas, lúgubres y de escasa luz, se contagió de tifoidea muriendo víctima de esta enfermedad en 1861 a los 37 años de edad.

Víctima de sus propios hermanos de patria a los que intentó unir bajo un mismo canto nacional con la esperanza de que terminaran las guerras y que hubiera paz entre los hermanos mexicanos, hijos de la misma patria tal y como lo expresó en la estrofa que dice: “ Como al golpe del rayo la encina, Se derrumba hasta el hondo torrente, La discordia vencida, impotente, A los pies del arcángel cayó, Ya no más de tus hijos la sangre, Se derrame en contienda de hermanos; Sólo encuentre el acero en tus manos, Quien tu nombre sagrado insultó.

El himno se hubiera perdido en las arenas del tiempo a no ser que en el mandato de Porfirio Díaz el himno volvería de nuevo a ser escuchado en las ceremonias oficiales. En 1901 un grupo de militares porfirianos que asistía a la exposición panamericana en Búfalo, NY descubrió que Jaime Nunó, el compositor catalán que había musicalizado el Himno Nacional Mexicano sobrevivía y contaba con 75 años de edad dando clases de musicalización y solfeo, cuando Porfirio Díaz se enteró de ello en un acto de agradecimiento lo invitó personalmente a que dirigiera la orquesta que tocaría el himno nacional en la plaza de la constitución, así fue como Jaime Nunó frente a Palacio Nacional dirigió a las bandas militares que interpretaron el Himno Nacional.

*- El autor es ex presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.

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