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Fuego cruzado

El tema de la violencia organizada en México cumple más de medio siglo de ser atraída por los gobiernos federal, estatal y municipal.

El tema de la violencia organizada en México cumple más de medio siglo de ser atraída por los gobiernos federal, estatal y municipal lo que no indica se haya paralizado o disminuido pues el contagioso fenómeno, contra todo pronóstico, se ha desplegado con mayor potencial bélico y poder económico promotores de alzada tasa de homicidios, desplazados y consumo de narcóticos los que agregados describen y confirman la presencia de un problema de salud pública.

Recapitulando lo acontecido en Culiacán; por enésima vez casi todas las manifestaciones verbales y escritas ponen énfasis en el fuego contra fuego y, por supuesto, haciendo responsable al gobierno en turno por los yerros o, en su defecto, por lo que debió hacerse y no se realizó. No obstante, es pertinente repasar cuantas veces sea necesario que la corrupción y la impunidad no han dejado de flotar sobre un río de ilegalidades, dinero y entendimiento entre los mandamás del crimen y altos jefes del aparato judicial quienes a dueto armonizan la nulidad para investigar, perseguir y castigar a los culpables de ilícitos cada día más atroces (incluyendo los de cuello blanco).

En otras palabras la ira desatada durante días recientes en Michoacán, Guerrero, Guanajuato o Sinaloa vuelven a definirse por tácticas policiaco-militares, por enclavarse en zonas que por su temperamento y habitual círculo vicioso no queda otra que romperse a punta de balazos, o persiguiendo las fuentes y negocios proveedores del poderío mediante el cual operan, es decir, las particularidades que determinan al sujeto social en sus carencias y retos frente a la vida para la burguesía, de dentro y fuera del gobierno, la calle y el contexto de influencia colectiva o individual no les importa, o creen tenerlo resuelto por medio de los moldes éticos propiciados por la ley, familia, escuela o Iglesias.

A pesar de los pesares el fracaso objetivo y subjetivo del carácter represivo del Estado, del código moral religioso y buenas costumbres familiares; no logran encausar el discurso hipócrita, deshonesto y explotador distanciado del imaginario y aspiración del individuo o grupos que surcados por ilusiones, se convierten en frustraciones y de allí en desdén hacia el orden impuesto, rechazo a cualquier retórica ideológica, desaire a lo reglamentario o repulsa a toda fe divina y autoridad paterna.

Una mezcla de rebeldía y recelo que empuja a la violencia generando una múltiple inseguridad en el país. Desequilibro y agresividad fomentada desde las esferas de un régimen embrutecedor y descompuesto que ha dado muestras de su gran capacidad para imponer el orden, eficaz a la hora de someter al pueblo inconforme, diestro en imponer la ley de Herodes o cirujano hábil tratándose de extirpar guerrilleros (pero que) frente a la rudeza delincuencial organizada, o espontánea, la fuerza pública simula tener limitaciones jurídicas y otras dificultades para alcanzar el éxito.

Los sombrerazos hasta hoy dados sobre la cloaca ni a patadas llegan. La basura televisiva suministrada a los jóvenes continúa su invariable perversión mientras, la creciente desigualdad social, continuara’ siendo caldo de cultivo para lo peor…

* El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

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