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El regalo de vivir

Somos lo que hacemos.

Sentir la vida a través de la risa de los que uno quiere; vivir la magia de los hijos, de los padres o los hermanos; plantarle la cara al reto de llevar el pan a la casa, caminar unos pasos para darse cuenta que con ello se conquista el mundo, escuchar ladrar a nuestro perro al vernos llegar, el olor de los azahares del jardín materno, sentir como la arena de la playa raspa nuestros pies para recordarnos el inmenso regalo de los mares, del sol, de la brisa; de esa soledad que se experimenta ante la inmensa obscuridad del universo, testigo fiel de nuestra pequeñez en todos los sentidos; bienvenido a éste Camelot que pretende ser una invitación a nunca dejar de agradecer el enorme regalo que es vivir.

La vida nos da la oportunidad de decir te quiero, de guiñar un ojo, de ofrecer una disculpa sincera, de contar un chiste pelado mientras se busca la complicidad de la risa en los amigos, de abrazarlos, de decirles cuanto los queremos y la importancia de ellos en nuestra vida, de dar el abrazo más largo y prolongado posible, ese que nos hace fundirnos en uno cuando lo que se necesitan son siempre dos para darlo.

Reír, bailar, gritar, cantar hasta que uno no pueda más sin importar que el vecino se ría de nosotros, aunque él no tenga el carácter suficiente para reírse de sí mismo. Vivir es tener el regalo de despertar para ver el sol que nace en el este aunque nosotros siempre busquemos el norte y que finaliza nuestro día muriendo al oeste cuando a nosotros sólo nos quedan fuerzas para buscar en el sur el camino que nos lleva a casa, con los nuestros, no importa si son los hijos, los padres, los hermanos o simplemente nuestros recuerdos que nos hacen sentirnos más vivos que nunca, aunque sea sólo iluminados por la luz de las estrellas y la esperanza de tener la oportunidad de un nuevo día, de renacer nuevamente para poder volver a ver al Oeste y encontrarnos puntualmente con un nuevo sol, que resulta ser el mismo de ayer pero que nos da la oportunidad de ser nosotros hoy, mañana y siempre.

La vida nos invita razonar, a pensar, a darnos cuenta que la verdadera grandeza está en la pequeñez de nuestra naturaleza que nos ha hecho tan únicos como el que más y tan frágiles como siempre, rezagados a la vida en común para darnos cuenta que nuestra soledad se cura con la compañía de todos, siempre y cuando uno pueda acompañarse a sí mismo, dejando a un lado el auto abandono de aquellos que prefirieren la soledad que resta y no el acompañamiento en sociedad que siempre suma.

Vivir implica la única posibilidad de ser potencia y dejar de ser sólo una idea, es ser testimonio único de la probabilidad más remota posible, para muchos, evidencia de la fe que sólo se explica a través del milagro de la creación.

Vivir es increíble sobre todo si nos reconocemos únicos por lo que somos; vivir nos permite ser testimonio de que el amor construye, que la razón libera, que la belleza trasciende y que la búsqueda de la verdad es sólo posible a través de nuestra existencia.

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