El país del no pasa nada
Si, vivimos en el país del no pasa nada, aunque sucedan hechos tan graves como los del jueves 17 en Culiacán, por supuesto que en cualquier otro medianamente serio esto le hubiera costado el trabajo a por lo menos el responsable de instrumentar el operativo, en este caso Alfonso Durazo.
Somos lo que hacemos
Si, vivimos en el país del no pasa nada, aunque sucedan hechos tan graves como los del jueves 17 en Culiacán, por supuesto que en cualquier otro medianamente serio esto le hubiera costado el trabajo a por lo menos el responsable de instrumentar el operativo, en este caso Alfonso Durazo.
Grave que el ejército mexicano haya tenido que cargar con el desprestigio de lo acontecido, grave, muy grave que el General Secretario de la Defensa haya tenido que tragarse el orgullo para ocultar los aparentemente errores logísticos que se diseñaron desde el gabinete de seguridad nacional. Peligroso saber que la soberbia de López Obrador es tan grande que haya preferido tomar un vuelo a Oaxaca, en medio de la crisis de seguridad, que aceptar públicamente un error; grave, en grado superlativo que, en aras de seguir con un discurso de austeridad mal entendida, haya estado él, en su calidad de comandante supremo de nuestras fuerzas armadas, incomunicado durante poca más de la hora de vuelo que ese día abordó.
Por supuesto, no tenemos la versión completa de lo sucedido, difícilmente lo sabremos a cabalidad, el New York Time asegura que ese día por la mañana fue también detenido Iván Archivaldo, dato relevante, las detenciones fueron hechas con fines de extradición, con lo que marcadamente obedecen a una agenda estadounidense, en México en este momento hay objetivos de mayor prioridad dentro del crimen organizado.
Increíble la capacidad de desplegar a cientos de gatilleros y prácticamente sitiar una ciudad de casi un millón de habitantes: de elemental naturaleza hubiera sido blindar las entradas a la ciudad desde el inicio del operativo para que nadie pudiera ingresar en calidad de refuerzos, el haber ni siquiera incrementado las medidas de seguridad en la zona habitacional de la región militar fue de una estupidez contumaz, vaya, ni siquiera se recurrió al acompañamiento de la marina, soldados leales que han probado su eficacia y eficiencia en operativos anteriores.
Yo creo que el jueves 17 gran parte del Estado mexicano se jodió, creo que su demostración pública fue de tal magnitud que difícilmente en lo que resta del sexenio se atreverán a realizar operativo alguno, los criminales ya conocen la fórmula necesaria para que las fuerzas del gobierno tengan que tragarse el orgullo y replegarse.
El Presidente al día siguiente continuó con las frases insulsas y simplonas, no se trata de acusarlos con sus mamas y con los abuelos, la liviandad del fuchi y guácala son proporcionales a la estupidez con la que considera que con abrazos se arreglará la profunda descomposición social de nuestro país, señor presidente entiéndalo bien: entre más pronto mejor, nadie quiere más muertos, ni que más inocentes sean víctimas del daño colateral, pero lo peor que se puede hacer es claudicar en el uso de la fuerza pública ante estos hijos de puta, seres humanos de quinta que entre más saña y violencia más seguirán secuestrando al Estado en regiones enteras del país y con ello a una sociedad entera que no le queda más que sucumbir ante sus embates. Por más que me digan que hoy en Culiacán todo es normalidad.
Urge un debate serio respecto a la legalización; estos hijos de la chingada sin las rentas producto de la prohibición no tendrían la capacidad letal que exhibieron. Es tiempo de madurar como sociedad.
*El autor es empresario, ex dirigente de la Coparmex Mexicali.
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