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El ferrocarril y el huso horario

La historia del ferrocarril inicia en 1804 con la idea del inglés Richard Trevithick quien adaptó un máquina de vapor a una locomotora que hizo circular a 8 km/ arrastrando cinco vagones, cargados con 10 toneladas de acero y 70 hombres, sobre una vía de 15 km de la fundición de Pen-y-Darren, en el sur de Gales.

La historia del ferrocarril inicia en 1804 con la idea del inglés Richard Trevithick quien adaptó un máquina de vapor a una locomotora que hizo circular a 8 km/ arrastrando cinco vagones, cargados con 10 toneladas de acero y 70 hombres, sobre una vía de 15 km de la fundición de Pen-y-Darren, en el sur de Gales. La primera vía férrea pública del mundo, la línea Stockton-Darlington, en el noreste de Inglaterra, dirigida por George Stephenson, se inauguró en 1825. Algo que antes se veía como medio para cubrir recorridos cortos, beneficioso sobre todo para la minería, se consideraba ahora capaz de revolucionar el transporte de largo recorrido, tanto de pasajeros como de mercancías. Los ferrocarriles ingleses fueron construidos por empresas privadas, con una mínima intervención del gobierno. Hasta hace poco más de siglo y medio cada pueblo, aldea, ciudad o lugar habitado en general se regía por su propia hora local, u hora solar media. En general esto tenía muy poca importancia porque el viaje de las personas y las informaciones se desarrollaba a una velocidad más bien lenta y unos minutos de diferencia daban exactamente lo mismo. Pero llegó el ferrocarril y todo cambio, los horarios del ferrocarril, el telégrafo y su comunicación instantánea, hizo más que necesaria una uniformización temporal. Así, cuando un viajero viajaba de Portugal a España no sólo debía cambiar escudos por pesetas sino adelantar el reloj 21 minutos. De España a Francia debía cambiar las pesetas por francos y adelantar el reloj 23 minutos, que serían otros 38 para cruzar a Italia. La velocidad que otorgaba a los trayectos era muy superior al resto de los transportes por tierra, de modo que se producían desajustes entre los puntos de origen y destino. Además, los trenes de largo recorrido, como los que atravesaban EE.UU, tenían que atravesar varios grados de latitud, de tal modo que los jefes de estación se volvían locos para coordinar el tránsito de los trenes. Por su parte, los viajeros llegaban a viajar con relojes de seis caras, cada uno marcando la hora local de las estaciones que atravesaban. El ingeniero civil canadiense Sandford Fleming, a la sazón director del ferrocarril Compañía Canadiense del Pacífico perdió un tren en Irlanda porque el horario aparecía “p.m.” (Post morning) en lugar de “a.m” (after morning). Entonces, en 1876 propuso crear un horario universal de 24 horas que tuviera como punto de partida el Antimeridiano del Greenwich, denominado como el meridiano de 180º. El planeta está dividido en 24 horas o husos horarios, llamados así por su similitud con los husos de un hilar. Las zonas horarias, un concepto novedoso en el siglo XIX, fueron creadas por funcionarios del ferrocarril que convocaron reuniones en 1883 para lidiar con un importante dolor de cabeza. Se estaba haciendo imposible saber qué hora era. La causa subyacente de la confusión era simplemente que los Estados Unidos no tenían un estándar de tiempo. Cada ciudad mantenía su propio tiempo solar, ajustando los relojes para que el mediodía fuera cuando el sol estuviera directamente sobre sus cabezas. Esto era perfecto para cualquier persona que no se moviera de la ciudad. Pero esto era más fastidioso para los viajeros. El mediodía en Boston sería unos minutos antes del mediodía en Nueva York. Y los de Filadelfia tenían el mediodía unos minutos después de los neoyorquinos. Para los ferrocarriles, que necesitaban horarios fiables, esto creaba un enorme problema. “Cincuenta y seis estándares de tiempo se emplean por los distintos ferrocarriles del país”, informó la primera página del New York Times el 19 de abril de 1883. Algo tenía que hacerse, y para finales de 1883 los Estados Unidos, en su mayor parte, estaba operando en cuatro zonas horarias. En pocos años el mundo entero siguió ese ejemplo. Así que es justo decir que los ferrocarriles americanos cambiaron la manera en que el planeta entero manejaba el tiempo. La expansión de los ferrocarriles en los años posteriores a la Guerra Civil sólo hizo que la confusión sobre las zonas horarias locales fuera a peor.

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