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El contraste entre Bonilla y Marina

En su breve periodo, Bonilla hizo un gobierno atropellado, entre gritos y cuestionamientos a todo mundo como los empresarios.

La comparación es inevitable. En su breve periodo, Bonilla hizo un gobierno atropellado, entre gritos y cuestionamientos a todo mundo como los empresarios, el panismo, los periodistas y algunos medios de comunicación e incluso a algunos funcionarios del gobierno federal. Quizás se proponía marcar un antes y un después con la llegada de Morena.

Fue una etapa violenta, innecesaria y absurda puesto que Morena había surgido del voto mayoritario de la población, lo que representaba una gran oportunidad para cambiar e inaugurar una nueva política gubernamental. Pero el grupo de Bonilla no lo entendió y se fue por los gritos destemplados.

Marina del Pilar, en cambio, que llega al gobierno en otras circunstancias, adoptó un estilo conciliatorio con todos los grupos y sectores de la sociedad, le abrió las puertas a algunos panistas e integró un gabinete con todo los colores. Y para rematar, adoptó este lema para su gobierno: “Con el corazón por delante”, para mostrar, quizás, su sello personal.

Dada la tensión y las preocupaciones que había creado la beligerancia de Bonilla, era necesario hacer un cambio, efectivamente, para encauzar los gobiernos de Morena en la entidad y proponerse lograr mejores resultados. Pero, en lugar de eso, el nuevo estilo de Marina ha “enfriado” el cambio y ha regresado al gobierno a su vieja dinámica controlada por la burocracia gubernamental.

Para empezar, ¿qué relación tiene el lema “Con el corazón por delante” con lo que intenta representar Morena y la narrativa de López Obrador? ¿Dónde está el punto de conexión entre una cosa y otra? ¿Quién le dijo a la gobernadora que esa consigna refleja con claridad lo que, supuestamente, intenta hacer la 4T?

Después han venido otros proyectos de Marina, pero no hay todavía algo que indique que se inscriben en un proyecto de “transformación”, con las características que enfatiza una y otra vez el presidente López Obrador en sus mañaneras todos los días.

Veamos un ejemplo. Recientemente la gobernadora dijo lo siguiente: “El Baja California que anhelamos y merecemos es aquel que es capaz de conocer las características de su población, identificar sus necesidades, sus anhelos y sueños, buscando siempre fortalecer sus capacidades para impulsar el desarrollo y el bienestar de todas y de todos, siempre con el corazón por delante” (Frontera 12/6/22).

Los gobiernos, por lo general, no identifican “sueños” o “anhelos” de la población (pues no terminarían nunca); identifican necesidades que se enfrentan con “recursos por delante”, no con una nueva retórica como lo están haciendo los gobiernos de Morena y la gobernadora Marina del Pilar.

Su diagnóstico de la entidad y el de Morena en general ha sido equivocado. En lugar de definir un rumbo más preciso de los gobiernos de ese partido (lo que no hizo Bonilla en su momento), Marina se ha dedicado más bien a cumplirle al centro, seguir las instrucciones de Mario Delgado, asistir a los mítines electorales que le pidan y a estar atenta al tejemaneje de la sucesión presidencial.

A nivel estatal y municipal, los gobiernos de Morena son un desastre. Están rebasados por todo tipo de problemas y divisiones, señalados por pautas de gobiernos anteriores que no se han ido como la corrupción, los lujos, la prepotencia y el desdén de los alcaldes y alcaldesas, mientras aumenta la inseguridad, la violencia, los cortes de agua y el deterioro de los servicios.

Un hecho contundente en Baja California es que Morena (sea lo que sea) no tiene un liderazgo definido. Bonilla no pudo, a pesar de su violencia, construirlo. Es decir, controlar esa cosa gelatinosa que es Morena. Pero tampoco lo tiene Marina, ni parece que lo vaya poder construir.

Esto se refleja en la dispersión de sus gobiernos y en donde cada alcalde o alcaldesa se siente una pieza central para aspirar a los próximos movimientos políticos y colocarse en un puesto superior.

La gobernadora y los presidentes y presidentas municipales saben que “gobiernan” en un contexto en el que la popularidad de AMLO y el avance electoral de Morena van en alza en todo el país. No son sus resultados los que cuentan para la gente, sino la “continuidad” del proyecto obradorista.

La diferencia entre Bonilla y Marina es que el primero miraba más hacia acá, para crear un poder local, mientras que Marina ve más hacia allá, hacia el centro y la sucesión presidencial. ¿Y el pueblo? El pueblo bueno tendrá que esperar más.

El autor es analista político

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