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El INE en la mira de AMLO

En la perspectiva del presidente Andrés Manuel López Obrador, su gobierno quedaría trunco si al lado de los principales proyectos que ha impulsado quedara intacto el sistema político-electoral.

En la perspectiva del presidente Andrés Manuel López Obrador, su gobierno quedaría trunco si al lado de los principales proyectos que ha impulsado quedara intacto el sistema político-electoral, cuyo símbolo más connotado es el Instituto Nacional Electoral (INE). Su propuesta incluye varios componentes del sistema electoral, pero en el centro está el cambio del Ine.

Quitar al INE, cambiar su estructura, hacer algo parecido al mismo pero con funciones distintas y con otras características, de tal forma que no sea un órgano oneroso –como se dice- y que sea más representativo. Son los principales rasgos contenidos en su propuesta que, se oye bien, pero tiene graves implicaciones profundamente negativas.

El objetivo principal de su reforma es desmantelar todo lo establecido en el campo electoral los últimos 30 años, un periodo que coincide justamente con lo que el presidente ha llamado el modelo neoliberal. Desmantelar todo ese engranaje que se constituyó en la etapa que se conoció como la “transición a la democracia” en México y que hasta ahora, bien o mal, permitió que las elecciones adquirieran mayor credibilidad y legitimidad.

La reforma de AMLO no es para mejorar o revisar todo ese tinglado que representa el INE, sino para arrancarlo de cuajo y dar lugar a un sistema electoral y político nuevo o diferente, con nuevas reglas y nuevos mecanismos de acceso al poder, de representación política, con una nueva integración de la Cámara de Diputados y Senadores, y con una reducción drástica del financiamiento de los partidos.

Hay dos premisas en esta propuesta, una implícita y otra claramente explícita: en la primera se piensa que el sistema electoral actual es representativo de una democracia hueca o meramente electoral que no ha dado resultados y, la segunda, que es una democracia muy cara, desde los sueldos de los consejeros hasta el presupuesto destinado al financiamiento de los partidos.

Entonces, en la propuesta de AMLO todo sufriría una reducción: se quitaría el financiamiento a los partidos para gastos ordinarios, los integrantes del nuevo Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC) serían 7 en lugar de 11; desaparecerían los órganos electorales locales (Oples) en los estados, así como los tribunales electorales; se eliminarían 200 diputados plurinominales y 32 senadores en las cámaras respectivas, lo mismo que pasaría en los congresos locales y los cabildos en los ayuntamientos.

Hay muchas dudas de que todos estos recortes destinados a ahorrar dinero dieran lugar a un órgano electoral más eficiente y con capacidad de organizar elecciones complejas (locales y nacionales), o de que hubiera partidos más competitivos y autofinanciados por sus militantes, o legisladores con propuestas de mejor calidad.

La otra parte de la reforma también es muy debatible. Ahora ya no habría diputados de mayoría relativa electos en distritos electorales (300), sino diputados y senadores plurinominales por entidad federativa, electos mediante “listas” que, a su vez, serían propuestas por los partidos políticos.

Los consejeros del INEC se elegirían por medio del voto popular y serían propuestos por la cámara de diputados, la de senadores, la SCJN y por el poder Ejecutivo (20 cada uno), abriendo la posibilidad de que la mayoría de los consejeros electos correspondieran a los promovidos por el partido mayoritario, que en este caso es Morena. Así, sería un INEC dominado por Morena y por el gobierno.

En lugar de un órgano técnico y profesional como ahora intenta ser el INE, dirigido por personal especializado, el INEC de AMLO sería un órgano politizado, en manos de un solo partido político, ligado al gobierno, con una alta probabilidad de cometer irregularidades en los procesos electorales. Una total regresión.

Es casi seguro que la propuesta no va a pasar en las cámaras legislativas, salvo que Morena o el presidente convenzan al PRI (de Alito) para votarla a favor, lo que parece difícil (aunque no improbable). Sin embargo, aunque no pasara, se va a hacer mucho ruido con ella y se va a aprovechar para atacar a los partidos de oposición y desprestigiar la democracia representativa y la democracia en general.

Varios mecanismos de nuestra democracia electoral requieren un cambio y una mejor adecuación a los tiempos nuevos, pero no una desaparición de todo lo que existe actualmente, como lo propone López Obrador. Su propuesta no fortalecería la democracia como sistema de gobierno, sino que crearía un órgano político que tendría el control de los procesos electorales y, por lo mismo, definiría quién sí y quién no podría acceder al poder.

Es falso todo ese rollo que sostiene que lo que está en juego es si la democracia es del pueblo o de las élites. Lo que requerimos es, simplemente, es que haya una auténtica democracia para todos. La ruta es otra.

*El autor es analista político

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