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Después de la visita a Trump

Es evidente que todo mundo, por lo menos en México, quiere que entre Estados Unidos y nuestro país haya una relación más estrecha.

Es evidente que todo mundo, por lo menos en México, quiere que entre Estados Unidos y nuestro país haya una relación más estrecha, cooperativa y armoniosa, como lo que intentó reflejar el encuentro que tuvo el presidente Andrés Manuel López Obrador con su homólogo Donald Trump, pero tal relación no existe ni va a existir durante mucho tiempo.

No hay tal cosa como un “parteaguas” en la relación bilateral, o el inicio de una nueva etapa en nuestra vecindad con el gobierno de Estados Unidos, ni tampoco una nueva relación comercial o de cooperación con el T-mec, que es un tratado muy pequeñito y restrictivo con respecto al TLC, a pesar de todas las bondades que se le quieran colgar por algunos grupos empresariales.

Lo que vimos ayer en la Casa Blanca es producto de otros cálculos y el resultado de una visión nítidamente pragmática de ambos mandatarios. Simplemente no es posible creer que un personaje como Trump que, en esencia, tiene una visión racista y discriminatoria hacia los mexicanos y sobre los que se ha expresado de manera peyorativa, promoviendo un muro entre los dos países para impedir su entrada, aparezca, de pronto, como amigo del presidente mexicano y de nuestros paisanos.

Lo mismo se puede decir del presidente mexicano que en su alocución elevó demasiado los halagos hacia Trump, diciendo cosas inverosímiles como eso de que de él sólo “hemos recibido comprensión y respeto” (sic), de que “nunca ha buscado imponernos nada” (sic) o de que habría que agradecer porque “no nos ha tratado como colonia” (sic).

Fiel a ese discurso que busca paralelismos históricos en todo, López Obrador se refirió a ejemplos que no tienen nada que ver con la situación actual, y menos con un presidente norteamericano que si de algo está lejano es precisamente de los personajes históricos nombrados en su discurso.

En realidad, lo que vimos en esta visita fue un evento protocolario entre dos presidentes con fines propagandísticos, algo que se les da de manera natural, como se ha comprobado en este tiempo.

En tanto no se publiquen los “grandes acuerdos y logros” del encuentro, la visita refleja el intento por parte del presidente norteamericano de aprovechar la presencia de López Obrador para seducir a los votantes latinos e hispanos ante el declive de sus tendencias electorales.

Trump, contra los pronósticos de hace apenas unos meses atrás, entró en una tendencia decreciente desde el punto de vista electoral, corriendo el riesgo de no alcanzar la reelección en los próximos comicios de noviembre, justo por su agresivo comportamiento hacia todo mundo, pero en especial hacia los inmigrantes mexicanos y centroamericanos.

Por el lado del presidente mexicano, que también sabe ser pragmático y sabe utilizar cualquier evento para sacarle raja política, la visita encaja perfectamente en un contexto que se va a caracterizar en unos días por una de las crisis económicas más graves del país, y en la que sin la ayuda y la cooperación de Estados Unidos, México se hundirá cada vez más.

López Obrador ha tardado un poco en reconocer que esta situación, provocada por la pandemia pero también por las erróneas políticas adoptadas por su gobierno, puede traducirse en una derrota electoral en los comicios de 2021, o por lo menos en un caldo de cultivo para que crezcan los votos por los partidos de oposición.

¿Valía todo esto hacerle tantas caravanas al presidente de Estados Unidos? ¿Era tan necesario que, incluso, llevó a López Obrador adoptar términos que fueron propios de los neoliberales como el de una “mayor integración de nuestras economías”, que fue lo mismo que se propuso el gobierno de Carlos Salinas con el TLC?

Lo más probable es que Trump, si es candidato, no logre reelegirse en noviembre y la reunión entre él y el mandatario mexicano quede como una bonita reunión familiar, sin mayores consecuencias o efectos positivos para ambos países, porque en realidad no habrá ningún acuerdo sólido y de largo alcance hasta que no se haya definido quién gobernará en Estados Unidos.

Reconozco que hay en México una gran necesidad de registrar logros y éxitos del gobierno, sobre todo frente a un presidente que ha sido hostil y xenófobo como lo es Donald Trump, pero no se va a lograr creando o construyendo otras apariencias y ocultando la verdadera motivación e interés de los políticos. Así no.

Incluso si Trump fuera candidato y ganara la elección.

El autor es analista político

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