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Dejemos de quejarnos

Hemos vivido una Semana Santa muy especial, única diríamos, sin poder salir de casa, sin oficios religiosos en las iglesias

Hemos vivido una Semana Santa muy especial, única diríamos, sin poder salir de casa, sin oficios religiosos en las iglesias, lo que antes dábamos por hecho, ya no está.

Y así de repente despertamos en una realidad en la que un virus atrapa la atención del mundo, convirtiéndonos en los protagonistas de ésta película, sin querer, sin pensar y sin siquiera habernos pedido permiso, ni saber cuándo ni cuál será su final.

Dicen que en las crisis aflora lo mejor y lo peor del ser humano, depende de lo que tengamos en nuestro interior. Cuando nos acostumbramos a no ver más allá de nuestra nariz, a tener el “yo” trepado en nosotros, nuestra visión es tan estrecha, que nos impide darnos cuenta lo que realmente vale y a qué le hemos dado el valor que no lo tiene.

Ahora que nos toca estar encerrados. ¿Cuál es nuestro encierro? Son cuatro paredes o somos nosotros mismos ? Cuando pensamos solo en nosotros, no entendemos que estamos en una emergencia, que nos da un sinfín de oportunidades para crecer como personas.

Un ejemplo podría ser, ponernos en los zapatos de esos hermanos que han dado positivo y están internados en un hospital, viendo cómo su salud se desvanece, cómo su compañero de cuarto se está muriendo y cómo siguen llegando enfermos sin haber lugar para ellos…. Mientras tanto nosotros, solo quejándonos… ¡No aguanto más estar en casa! ¡Los niños me vuelven loca ¡ ¡Necesito salir! Salir sí, pero para pensar en los centenares de personas en el mundo, que murieron solos, sin ningún familiar al lado, que no han tenido siquiera un funeral, al estar prohibidas las aglomeraciones….y ¿Quién da consuelo a esos seres humanos que han perdido a un ser querido y no pueden recibir ni un mísero abrazo ni una pequeña caricia?

Dejemos de utilizar ese dichoso pronombre personal de primera persona del singular, y seamos agradecidos. Primeramente con Dios que nos da salud, y luego con quienes arriesgan la suya, los médicos, el personal sanitario, las fuerzas de seguridad, los trabajadores de los supermercados y comercios, que trabajan pensando en estar con sus familias, pero su sentido del deber se los impide… Mientras nosotros estamos en casa, escuchando música, haciendo ejercicio o tirados en el sofá viendo películas y quejándonos porque no tenemos más que ver.

¿Que vamos a salir de ésta? Eso está claro que con la ayuda de Dios y si nos cuidamos, lo haremos, pero esto es trabajo de todos, no de unos pocos, seamos responsables. En éste tiempo especial de Pascua, a la luz del infinito amor que Jesús nos muestra, veamos lo positivo de ésta pandemia: Papá y mamá pasan más tiempo con sus hijos, los hacen felices, aprenden de ellos. Los ricos, se dan cuenta que su dinero no tiene valor alguno ante un virus como el que nos amenaza. Y todos valoramos más a la familia. Quizá necesitábamos que pasaran éstas cosas, para descubrir lo maravilloso que es la vida, y que lo que realmente vale, nada tiene que ver con lo material, lo superficial y lo efímero.

* La autora es consejera familiar

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