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Con el corazón partido

No, no tengo hijos. Pero soy una mujer sensible lo que me permite empatizar con los que sufren.

No, no tengo hijos. Pero soy una mujer sensible lo que me permite empatizar con los que sufren. Pero en esta ocasión, ni siquiera puedo imaginar el dolor de los padres que perdieron a sus hijos durante una de las peores masacres perpetrada por un tirador solitarios en una escuela primaria en Texas.

Sin duda esta tragedia va a cambiar para siempre la historia de Uvalde, una pequeña localidad de 16.000 habitantes situada cerca de la frontera con México.

Pero es muy egoísta dejarlos cambiar sus vidas arrastrados por una fatalidad sin precedentes, cuando todos como sociedad debemos de cambiar leyes, dejar de acosar o abusar de los que son diferentes, poner cuidado en la crianza de los hijos y cerrar diálogos con retóricas racistas.

Esta tragedia multiplica la rabia y nos obliga a preguntarnos sobre cómo limitar la venta de armas en Estados Unidos, y caemos en el dilema “y si hubiera existido una legislación que controle la venta desmedida de armas, ¿se podría haber evitado esta matanza?”.

En nuestra cabeza nos cuesta imaginar a un joven comprando legalmente dos rifles estilo AR-15 el día en que cumplió 18 años, una semana antes del ataque, como si fueran un par de tenis adquiridos en el centro comercial del barrio.

Y vacilamos en pensar que si en vez de humillaciones y vejaciones, Salvador Ramos, el asesino de niños en la primaria Robb hubiera recibidos amor y los cuidados de sus padres, ¿no hubiera sucedido tal infortunio?

Dubitamos con la idea que en el país de los dólares no existe políticas racistas, que segregan a las minorías y las colocan en una posición de vulnerabilidad ante los ataques constantes de los que se creen superiores en color y raza. Mentalmente cuestionamos que si no existiera este segregacionismo ¿se acabarían los crímenes de odio?

Quizás, nos preguntamos, si la madre del tirador se hubiera ocupado de guiar a su hijo, enseñarle a amar y afrontar las adversidades, limitar los juegos de video con violencia implícita, Salvador no hubiera salido la mañana del pasado martes a matar indiscriminadamente a niños de apenas 10 años de edad, la mayoría latinos.

Los cierto es que ni el quizás nos salva como sociedad ante el escenario que retrata la peor masacre ocurrida en una escuela primaria de Estados Unidos en casi una década.

No, no puedo ni siquiera imaginar perder así a un hijo.

Aunque no soy madre, créanme, mi corazón esta partido.

*- La autora es Corresponsal de The National Association of Hispanic Journalists (NAHJ).

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