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Como anillo al dedo (del medio)

Tristísimo que el presidente de este país sea tan pobre intelectualmente como para intentar justificar meta alguna de gobierno.

Somos lo que hacemos

-Esto nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación-, tristísimo que el presidente de este país sea tan pobre intelectualmente como para intentar justificar meta alguna de gobierno, con el sufrimiento, la pérdida de vidas, de empresas, de empleos; con la angustia de saber que nuestra gente está en riesgo.

El corazón se hace chiquito ante el desamparo y la soledad que sentimos los ciudadanos que tenemos una nómina que cuidar, o los que irremediablemente perderán su empleo, o aquellos que al amparo de esperar afuera de una institución de salud pública ven sus metas se van al diablo, millones de sueños rotos y un

irresponsable celebra esta oportunidad.

El presidente nos muestra su anillo justo en el dedo medio de su mano, anulando con ello el futuro de millones, justificando la sinrazón que lastima a nuestra gente con tal de seguir sin perder una coma de su discurso toral, ese que castiga a quienes pensamos diferente, ese que calumnia sin presentar prueba alguna ante los hechos que el sólo dicta frente a un grupo de “periodistas” seleccionados afines a su persona, el presidente prefiere no escuchar a la opinión internacional que exige preservar no a los dueños de las empresas, sino el flujo que estas

necesitan para no tener que despedir a los empleados que no solo ganan un sueldo, sino que lleva el pan a la casa, que pueden hacerse de un crédito para construir su vivienda, que pueden comprar, con mucho esfuerzo la mayoría de las veces, los útiles escolares para que sus hijos sueñen con un mejor futuro, el presidente prefiere que ésta crisis cale hondo para que así sea la huella de su transformación.

En hora buena que el presidente ha dispuesto de recursos para los adultos mayores, en hora buena que el presidente haya acabado con gastos superfluos y con la parafernalia de un Estado que no estuvo a la altura de lo que muchos mexicanos hemos exigido, malhaya su infortunio por la estupidez, por el pensamiento mágico de las novelas de García Márquez en las que el pueblo bueno y sabio marca la hora del desarrollo de sus comunidades y su gente, maldita la hora en que el presidente decidió deshacerse de cientos de funcionarios con años de sobrada experiencia tan necesarios en estos momentos de contingencia, éramos no muchos, un chingo diría yo y el presidente sale con la batea de babas de dar un quinto informe de gobierno para recordarnos que la apuesta seguirá siendo PEMEX, el nuevo aeropuerto, el tren maya y los créditos que dará desde el Infonavit, pero que necesariamente requieren de los empleos, que se perderán por confundir en su mente tan chica, los ingresos con la utilidad.

Pareciera que hoy no solo lo contagioso son los virus, sino también la ligereza, de otra forma no entiendo como un hombre inteligente, como lo es Ruíz Barraza, tenga la presteza de sus dichos burlones, ya sea por el precio de los condones o en relación a las pocas familias que sobrevivirán.

Nos queda la impotencia de contar con funcionarios fútiles que no están a la

altura de lo que nuestro país necesita, más preocupados por congraciarse con el de arriba, perdiendo piso con los de abajo, mostrándonos a todos el anillo en el dedo del medio.

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