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Celso Aguirre y su historia de Tijuana

En unos pocos años se cumplirá medio siglo de que el historiador Celso Aguirre publicara su libro Tijuana.

En unos pocos años se cumplirá medio siglo de que el historiador Celso Aguirre publicara su libro Tijuana. Su historia, sus hombres (1975). Y ahora que ediciones Ilcsa vuelve a sacarlo a la luz en su excelente colección titulada Clásicos de Historia de Tijuana, es necesario revalorar una obra como la de este autor sinaloense afincado en Mexicali y que fuera cronista oficial de la ciudad capital de Baja California, pero que también le interesara incursionar en la historia de Tijuana y de sus protagonistas más connotados desde la perspectiva de la segunda mitad del siglo XX.

Este libro, Tijuana. Su historia, sus hombres, es una crónica, año con año, que simpatiza con los desafíos que han tenido que enfrentar los tijuanenses y expone cómo han ido superándolos en el transcurso del tiempo. Y lo hace de forma ordenada, en concierto, de cara al porvenir de una Tijuana que, a mediados de los años setenta del siglo pasado, ya se encuentra en pleno auge urbano en el sexenio del gobernador Milton Castellanos Everardo (1971-1977). El gobierno de Milton fue un gobierno sin titubeos ni precauciones: desde el primer día el impulso a trabajar en grande se percibió como la forma oficial de gobernar de la nueva administración. Sin pérdida de tiempo y con planes bien elaborados, Milton procedió a dar tratamiento a las necesidades de los distintos sectores inconformes de la sociedad bajacaliforniana.

Con el apoyo del presidente Luis Echeverría, del que Milton era un amigo cercano, se dio pie para proyectar y construir obras espectaculares y se ofreció respuesta rápida a las demandas por mucho tiempo postergadas de la población. En casi todos los casos estas obras del gobierno tuvieron el apoyo popular. Mexicali y Tijuana se volvieron ciudades modernas bajo su mando. Y fue, en buena medida, gracias a ese entendimiento entre todos que Milton Castellanos Everardo pudo realizar una obra nunca antes vista en el estado.

Con el apoyo del presidente Luis Echeverría y su gabinete, Milton pudo resolver problemas tan graves y acuciosos como el de Cartolandia, la canalización del Río Tijuana, la salinidad que mandaba el vecino del norte a nuestras tierras, los problemas de bienes inmuebles de ICSA, a la vez que impulsó la construcción del Centro Cívico de Mexicali.

Bajo tales cambiantes circunstancias, la aparición de Tijuana. Su historia, sus hombres en 1975 puede ser vista como un reconocimiento a la ciudad que se transforma a sí misma sin que nada ni nadie pueda pararla, sin que nadie ni nada pueda detener su marcha hacia el estrellato internacional.

El libro de don Celso Aguirre es una confirmación del peso que, para entonces, Tijuana ya tenía para Baja California, para México, para el mundo. Tal es su valor como obra literaria, como libro histórico, como testimonio dedicado a la vida y obra de los tijuanenses, a exhibir su pasado y su presente circa 1975.

Leerlo hoy en día, a casi medio siglo de distancia, es darnos cuenta que su mitología estaba ya en un punto de transformación, que su leyenda negra iba siendo substituida por un panorama abierto a nuevos significados, por una urbe cultural de primer orden, cuyo pasado es extraordinario en voluntades, empresas, comercios y apertura social.

Esta es la obra de un solo autor que sin subsidios universitarios, sin apoyos institucionales, trabajó duro y empeñosamente para brindar a Tijuana un libro que la honrara y que estuviera a disposición de sus lectores en bibliotecas públicas y librerías locales.

Una cuestión más sobre la obra de don Celso Aguirre, el cronista de las urbes fronterizas. Muchos libros dedicados a contar la historia de Baja California están escritos en un tono severo, ampuloso, magisterial. Los lee uno y suenan a clase dada por un maestro que expone sus conocimientos desde el cielo de su sapiencia y erudición.

Los libros de Aguirre Bernal, por el contrario, no responden ni al didactismo normalista, ni a la aridez académica siempre puntillosa, ni al sentencioso discurso del político. Su escritura es periodística, sí, pero no se queda en lo simplemente informativo.

Hay en sus páginas un estilo directo, sencillo, jovial, que simpatiza con la ciudad de la que habla, que se siente en confianza con los habitantes de la misma, los que son su fuente de inspiración tanto como su público lector. Y eso hay que agradecerle a Celso Aguirre, el cronista de nuestras ciudades fronterizas.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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