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Casa de pobres

El miércoles próximo pasado, mi gran amiga Lolita Ruiz y yo, hicimos un viaje a La Rumorosa con el fin de visitar el asilo de ancianos que tiene trabajando más de 29 años en ese sitio.

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El miércoles próximo pasado, mi gran amiga Lolita Ruiz y yo, hicimos un viaje a La Rumorosa con el fin de visitar el asilo de ancianos que tiene trabajando más de 29 años en ese sitio. Era un día caluroso y en algunas zonas se presagiaban lluvias. No llevábamos una dirección de la institución así que preguntamos a la primera persona con la cual nos cruzamos, si nos podía decir cómo podríamos llegar. Lo interesante de este cuestionamiento es que no batallamos, el ciudadano conocía el lugar y nos dio santo y seña. Nos dijo que en la Delegación siguiéramos el camino de terracería hacia el sur del poblado, y que como a dos kilómetros de distancia llegaríamos. Pensamos que sería sencillo, pero se nos complicó un poco porque por la zona hay varios caminos que pueden confundir a la gente, sin embargo, corrimos con suerte y arribamos sin mayores problemas.

Alrededor solo se pueden mirar lomas de arena y piedra, arbustos propios de espacios desérticos, aves, ardillas y párele de contar. No hay nada más. La casa que alberga a los ancianos consta de un piso, dos habitaciones con espacio suficiente para albergar a 35 ancianos, en camas individuales, que constituyen el total de la propiedad de quienes viven allí. En estos días veraniegos pueden hasta cierto punto, vivir con comodidad, porque corre un viento que disminuye el calor, pero en el otoño y el verano las cosas se ponen difíciles, y sufren los vientos fríos de dirección este oeste de la llamada Condición Santa Ana.

Dice el Hermano Pablo, que es la persona que dirige este asilo, que atienden a los ancianos que les envían, paradójicamente, el DIF y el Hospital General de Mexicali. Todos los internos son gente sin recursos, algunos tienen familiares que, ocasionalmente los visitan, pero la gran mayoría son abandonados prácticamente. La Casa de Pobres recibe ciertas cantidades de alimento del DIF pero los donadores de los Estados Unidos, son predominantes. El Fiarum les proporciona el agua para uso doméstico, pero ellos tienen que comprar el agua potable. Médicos particulares, prestadores de servicio social y médicos de USA, hacen campañas de salud. No reciben atención médica de parte de los tres niveles de gobierno, no hay campañas de salud institucionales ni de otro tipo. No tiene trabajadores de apoyo como cocineros, conserje, vigilantes, ambulancia o cualquier otro tipo de auxilio permanente.

Tienen enormes problemas y obstáculos de parte de las aduanas, que les hacen imposible poder importar las donaciones que constantemente reciben. A pesar de que siempre muestran documentos que los definen como miembros de la Casa de Pobres, cartas de los donantes especificando los productos que les regalaron, así como identificaciones personales, los agentes aduanales les impiden ingresar a México con zapetas para adultos que son de uso cotidiano, comida enlatada, sillas de ruedas, camas de hospital, ropa usada, etcétera. Los vistas aduanales -agrego yo- podrán cerrar los ojos con comerciantes mañosos, pero a la Casa de Pobres les requisan todo. Con ellos no hay misericordia.

Como es costumbre, los políticos solo los visitan en campaña y se toman fotografías, pero nunca vuelven más. Los diputados, especialmente, les prometen muchas cosas, pero no les cumplen una sola. Los familiares de los ancianos tampoco van a visitarlos. Quienes sí hacen campañas son algunas enfermeras, que por decisión personal van y les ayudan a bañar a los ancianos y les hacen curaciones. No por nada las enfermeras son seres excepcionales. Los implacables de la Comisión Federal de Electricidad ya les han cortado la luz, aunque ahora el Ayuntamiento de Tecate tiene ese gasto.

Son muchos los problemas y carencias que tiene la Casa de Pobres, pero si se hiciera consciencia en el gobierno y el Congreso del Estado, se podrían modificar muchas cosas. Especialmente las condiciones ambientales en las que viven, suministrándoles alimentos, medicinas, mejoras sustanciales a la arquitectura delsitio, trabajadores de tiempo completo a cargo de las instituciones gubernamentales, etcétera. El trabajo del Hermano Pablo es monumental pero no se siente desanimado, sino que mira hacia el futuro de manera optimista. Mientras, afuera en el porche, los viejitos se pelean, platican o piensan callados en su familia ausente. Los que no estamos allí debemos hacer un esfuerzo y llevarles algo. Vale.

*El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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